Por: Dra. Kenya Bello.
Demostrar que las mujeres son parte de los procesos históricos y de dinámicas propias ha sido un trabajo en equipo, desarrollado de manera paulatina desde el ocaso del siglo xx. Este volumen sobre la historia peruana, que va desde la antigüedad a la actualidad, se suma a una constelación de textos publicados en América Latina, cuyo hilo conductor son las experiencias femeninas en el tiempo.
El primer proyecto de este tipo, como es sabido, fue L’Histoire des femmes en Occident, iniciativa de historiadoras francesas que se publicó en 1990. Le siguieron, sin afán de exhaustividad, la História das Mulheres no Brasil (1997); Historia de las mujeres en España y América Latina (2005); Mujeres, familia y sociedad en la historia de América Latina, siglos xviii-xxi(2006); Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (2007); Persistencia y cambio. Acercamientos a la historia de las mujeres en México (2008) e Historia de las mujeres en Chile (2011). En este 2019, el trabajo colectivo encabezado por la historiadora peruana Claudia Rosas incorpora de forma explícita el eje de género para analizar la historia de su país, que se piensa no sólo en términos de lo femenino y masculino, también de la diversidad sexual.
27 artículos integran este libro, dividido en cinco partes donde prevalece el criterio temporal. Se parte de varias disciplinas, la historia no es la única, pues hay contribuciones desde la arqueología, la etnohistoria, la sociología y los estudios tanto literarios como de género. De tal suerte, se plantean perspectivas novedosas en algunos frentes a los que la historiografía no entra comúnmente y que nos remiten a la complejidad y la diversidad de los mundos americanos. El universo es variado, por lo que retomo sólo algunos ejemplos que permiten entender las narrativas sobre el género que recoge este volumen colectivo.
A través del análisis de la cultura material, esencial para la arqueología, hay investigadoras como Sofía Chacaltana, en el texto “Mujeres e identidades de género en el Colesuyo”, que cuestionan varios de los presupuestos con los que su disciplina había interpretado la repartición de tareas cotidianas entre hombres y mujeres: la guerra para ellos, la crianza y las labores domésticas para ellas. Esta arqueóloga subraya que dicha concepción proyecta los parámetros heteronormativos del presente y es necesario tomar distancia para reconsiderar la antigüedad. De esa forma, examina el papel activo que tuvieron las mujeres del Colesuyo como articuladoras de las relaciones interregionales, es decir su actividad en el ámbito económico y político, no sólo doméstico como se pensaba tradicionalmente.
Para la época colonial hay capítulos como el de Ybeth Arias, “La vecindad femenina en las Indias y las representaciones de Santa Rosa de Santa María. México y Lima, 1668-1737”, que exploran el vínculo entre las identidades de género y la religiosidad. Esta colaboración se destaca por conectar la historia novohispana con la peruana para mostrar la actividad de las mujeres en calidad de habitantes urbanas, así como la circulación de modelos femeninos inspirados en la santa limeña en ambas ciudades virreinales.
En el tránsito de los siglos xviiial xix, se ubica la colaboración “Damas de sociedad y varones ilustrados. Mujeres, hombres y género en el discurso modernizador de la ilustración a fines del siglo xviii”, de Claudia Rosas. Sus fuentes son los discursos médicos que circularon a través de impresos ilustrados, a los cuales interrogó desde la óptica de los roles de género que promovieron. Su exploración no sólo se queda en una reflexión sobre lo masculino y lo femenino, sino que se entrelaza con una revisión de los estereotipos raciales para mostrar cómo se construyeron las jerarquías sociales del periodo.
Desde una perspectiva de historia desde abajo, Jesús Cosamalón se adentra en el mundo del trabajo femenino, en “Las otras mujeres. Trabajo, género y etnicidad en la ciudad de Lima en el siglo xix”. Con su exposición logra mostrar que las mujeres de las clases populares no siempre se encontraron en condiciones de inferioridad. Al contrario, muchas veces lograron obtener independencia económica y cierta autonomía con su predominio en actividades vinculadas a la distribución de alimentos, la administración de chinganas y la costura.
Marcel Velázquez sale del mundo exclusivamente femenino y hace una incursión en el periodo republicano, a finales del siglo xix, con la contribución “Configuraciones del cuerpo homosexual en dos narraciones modernas de Manuel Atanasio Flores y Ricardo Palma”. Ahí expone de qué manera se pensaron como anómalas las sexualidades disidentes y los cuerpos transgresores en discursos literarios. De manera reveladora, describe las interacciones que se dieron entre dichos discursos narrativos, el religioso y el jurídico-penal moderno.
La última contribución que enlisto se detiene en el siglo xx, “Acción colectiva transnacional por los derechos políticos femeninos en la Octava Conferencia Internacional Americana. Perú, 1938”, de Roisida Aguilar. La autora, politóloga, hace un ejercicio de historia latinoamericana y muestra de qué manera actuaron las mujeres en el marco de la política regional a fin de conseguir derechos políticos y cívicos.
Me sirvo de estos ejemplos para plantearle al lector que este volumen abre múltiples frentes para incorporar la dimensión de género a la comprensión de los procesos históricos de Perú, tanto en los tiempos más remotos como en los más cercanos. De esa manera, es una lectura útil e indispensable para quienes se interesan por entender las realidades latinoamericanas más allá de los relatos políticos y económicos.
Reseña de Claudia Rosas Lauro (ed.), Género y mujeres en la historia del Perú. Del hogar al espacio público, Lima, pucp, 2019, 632 pp.
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