Por Jordi Franco.
Hoy en día escucho en todos los noticieros, las pláticas casuales entre vecinos y las charlas cotidianas entre amigos sobre el regreso a la “Nueva normalidad”. Este concepto parece el nuevo spot del gobierno de la república para mantenernos dentro de su juego de la siempre posible y nunca alcanzable ESPERANZA DE MÉXICO, poniéndonos bajo la condición de que el “final” de la cuarentena es un renacer del mundo, de México y claro, para muchas y muchos es una reconfiguración de su vida, de su “normalidad”, parece ser la luz al final del túnel. En el mundo enclaustrado se ha viralizado el lema "éramos felices y no lo sabíamos" bajo la idea romántica de que las multitudes urbanas en el transporte público, la precariedad laboral y la violencia económica y social son parte inalienable de la sociedad mexicana. He leído y escuchado hablar a muchas personas sobre como añoran volver a la vida perdida, sobre como se sienten víctimas del COVID19 pero sobre todo de volver a la “normalidad” de la que antes tanto se quejaban. Muchos esperando el poder salir de nuevo al cine, poder comer en algún restaurante, entrar al Palacio de las Bellas Artes o simplemente tomar el sol en algún parque. Pero no hay que perder de vista que para muchos la normalidad era la precariedad, la violencia y la ansiedad de cumplir con obligaciones y estándares. Era la chamba esporádica y mal pagada, era el decidir entre ir al dentista o comparar la comida de la semana, era el aguantar a un jefx prepotente o simplemente decidir entre ir a clase o sacar el jale ocasional.
Ahora que todo el mundo es victima del mismo mal pero bajo diferentes circunstancias se hacen mas evidentes las brechas económicas, de género, sociales y tecnológicas. Ahora es imposible maquillar la realidad, pues mientras la pobreza es imposible de disimular, los privilegios de unos relucen en las redes sociales, restregándonos la opulencia ante la precariedad. Aunque para muchos la cuarentena significó un romance consigo mismo y su intelecto, para muchos otros no ha sido mas que una extraña etapa donde hemos tenido que luchar con nosotros y con diferentes secuelas del engendro de la “normalidad”. Incluso muchos hemos encontrado otra “normalidad” dentro de la cuarentena, nuevas formas de producir el dinero necesario para por lo menos comer, relaciones que no pensamos podrían surgir o reseguir e incluso nuevas formas de relacionarnos dentro de nuestro entorno cotidiano. No tengo mucha noción de la “normalidad” que espero, solo sé que he encontrado al menos dos realidades muy diferentes, antes y durante la pandemia, dos realidades que se han marcado por la violencia económica. Aunque ahora me resulta mas fácil señalar los errores que hemos cometido y permitido, temo que se pierdan todas estas luchas que han tenido su génesis durante la pandemia pues con la idea de la normalidad y la reactivación económica el mundo podría olvidar muy rápido todas las obviedades de desigualdad que ahora tenemos de frente y sin velo. Temo que estas redes de solidaridad entre el barrio, vecinos y amigos se vean deslumbradas por el capital y su ejercito de ofertas y rebajas pues aunque siempre habrán personas que no olviden habrá muchas mas que quieran olvidar rápidamente. Habrá personas para las que la normalidad de un café en Coyoacán sea mas redituable que cualquier otra situación que les recuerde que la “normalidad” es abismalmente diferente para todxs. Mientras, mi realidad lucha contra una melancolía conservadora que me dice que no éramos felices sin saberlo , pues les sacaban los ojos a los estudiantes que protestaban, las asesinaban, lxs desaparecían, nos torturaban, nos dejaron sin empelo, sin casa y sin humanidad.
Pero siempre me gusta pensar la esperanza en los barrios y en sus redes de organización, pues como decía un grafiti que leí en mi barrio; “México es el Tepito del mundo, y Tepito es la síntesis de lo mexicano” que se complementa con uno de los dichos, si no es que el principal dicho del barrio: “Tepito existe porque resiste”. Me deja pensando en que nuestra nueva realidad (económica) puede estar en la creación de una conciencia de la importancia de los barrios, pues Tepito se adaptó a funcionar con las medidas de higiene necesarias sin dejar de producir los empleos necesarios para dar los ingresos a las familias (que el estado jamás pudo proporcionar) durante la pandemia bajo la presión de las autoridades y el escarnio social de los privilegiados.
Comments