Por: Ana Hurtado.
Yesterday, today, tomorrow, forever
Our voice shout all over
-Isabel Estrada Colindres
Hemos de construir nuestra propia patria con los retazos de vida
Aunque no sepamos todo
labrarnos con los resquicios y las distancias
Nos encuentro en las fisuras, empuñando letras inacabadas
Y así aprendí a recordar lo desconocido.
Me encontré con etimología sosas, paridas por creatividades escuetas. Phillis Wheatley fue desterrada de África cuando tenía tan solo siete años. Fue llamada así porque dicen que el barco en que llegó a bordo se llamaba así. Al cruzar el mar perdió su nombre, su familia, su tierra, perdió mucho de sí misma. El comerciante Wheatley la adquirió como doncella personal, y su apellido completó la versión fragmentada de aquella niña con heridas que no podía nombrar.
Aprendió astronomía, latín, griego, mitología. Tenía la virtud de escribir y declamar poesía. Pero la historia se equivocó irrevocablemente: Phillis era un poema trashumante que se tejía entre letras, voz y piel. Mala suerte para Nicanor Parra, quien se cree es el máximo representante de la antipoesía, pero ¿qué más disruptivo, contrahegemónico y rebelde que una mujer negra traduciendo el exilio obligado en métricas y versos?
II
Durante la segunda Guerra Mundial en el centro de Lagos, justo al frente del Teatro Nacional, se erigió la escultura de una mujer que con una mano empuña una espada, y con la otra sostiene los bríos de un caballo. Katsina, Daura, Kano, Zazzau, Gobir, Rano y Garun Gabas eran los siete estados que originalmente componían el territorio de Hausaland. Bakwa de Turunku construyó Zazzau, capital de Zaria. La capital Zazzau fue un punto estratégico en el norte de África, donde confluían tres importantes rutas comerciales, ello mereció una acalorada disputa por el dominio de aquel territorio. Amina de Zaria, hija de Bakwa de Turunku sucedió un reinado caracterizado por la mediación y la paz, pero la hija de Bakwa era una estratega innata. Su mente práctica la llevó a liderar el ejército de Zaria y expandir el territorio de Hausaland hacia el norte de África.
No hubo caballo que Amina no lograra domar y llevar al frente de las batallas; tras ella un caudal de soldados matizaban el suelo sepia con ríos carmín. En cada enfrentamiento, la primera Sarauniya cortaba el rayo de sol cuando con su vigoroso brazo derecho levantaba la espada, con precisión absoluta dejaban caer el filo sobre los cuerpos, y en una de esas tantas batallas libradas a pecho abierto cayó la hija de Bakwa. El collar de preciosas cuentas se reventó, las veía desperdigarse mientras aturdida por el estruendo de las espadas y los galopes furiosos de los caballos miró la grandeza de su reino desde abajo. Sus ojos no dejaban de buscar las cuentas, y es que, por cada victoria, Amina de Zaria prendía una joya rupestre sobre aquel hilo que se enraizaba en su cuello, no terminó de contarlas porque la mirada se le congeló en la más lejana que logró enfocar. Al darse cuenta de que el caballo de la gran Sarauniya trotaba solo, los soldados emprendieron la búsqueda de la reina. Después, uno a uno, recogieron las cuentas de aquel collar, nadie se atrevió al hilvanarlo de nuevo. Las victorias de la primera reina de Zaria se contaron por los soldados que resguardaban las piezas de la joya más emblemática de la hija de Bakwa.
III
Las tierras deben protegerse de los malos espíritus, de aquellos que acarrean envidia, soberbia, intriga y colonialismo, para el caso este último es un poco de todo. La tierra se protege con rituales, con amuletos, con faldones largos y luchando codo a codo para que nadie ose poner banderas descoloridas. Escondiendo cuchillos y tenedores entre la ropa, haciendo de los artificios del hambre armas blancas.
La tierra se defiende de la sequía y la invasión. La primera línea de combate se dibuja mientras el sol endurece la piel cuando revienta su intensidad en las espaldas encorvadas de los jornaleros y las campesinas. La revolución nace no en los sueños ni en los deseos de heroicidad, florece en las primeras líneas que los héroes casualmente tienden a olvidar. Con cuchillos afilados que se escondían entre las ropas roídas, Victoria Montou cosechaba café junto a Jean Jacques Dessalines. Con su semblante duro, la voz firme y sin que de las manos se resbalara grano alguno, le recordaba a Dessalines que bajo sus pies yacía la historia de otros; una porción de Dahomey estaba atrapada entre las raíces de aquellas tierras fértiles donde se levantaban kilométricas plantaciones.
La independencia de Haití se gestó entre las ásperas manos de Victoria Montou. Dessalines aprendió que ella procuraba la tierra como un acto ritual, invocaba a los guardianes para que cuando llegara el momento, robusteciera las llamas donde habrían de consumirse los fuetes que tantas cicatrices le habían surcado.
Una estocada letal
Para guayar el dolor
Y luego esparcirlo en los cafetales
Enfermando las hojas
Para curar la niñez dolida
Afilar las puntas. Una vez desbocada la sangre no habría forma de contener el hilo escarlata que desprendería un olor fétido, propio de los amos. Dessalines aprendió el lenguaje de las heridas sin reverso.
Marie Elisabeth confió la suerte de su hijo a Abdaraya Montou ¿Quién mejor que ella para enseñarle a Dessalines que las revueltas vienen de los cafetales y las cañas? Abdaraya estuvo en Dahomey, en la proclama de la Revolución Haitiana, al frente de un ejército y llevando comida a los enfermos; estuvo en sembradíos de azúcar, entre la tierra y el sol. A su muerte Dessalines cogió su cuchillo, no limpio la sangre de los tres soldados en quienes blandió la puñalada certera. Las gotas se esparcieron por la tierra, llorando la muerte de su tía levantó todo un pueblo. La sangre de Victoria Montou había florecido.
IV
Aquel barco arribó en Punta Fortaleza, en la tercera ola migratoria de 1740, cuando Puerto Plata era una villa recién fundada de apenas cincuenta familias provenientes de las islas Canarias. No era la primera vez que viajaba en barco, pero si la primera en que veía tantos maletines apilados ahí donde calculaba podían caber cuerpos apretujados entre los reducidos perímetros del navío, entre pieles, olores y mareos producidos por el encierro. Sabía que cada viaje en ultramar era un duelo que la invadiría repentinamente; como si en lugar sangre un cúmulo de pólvora le recorría las arterias. Eso sentía toda vez que a su alrededor no había más que olas y al frente un horizonte sin orillas que se desvanecía diariamente entre atardeceres policromáticos.
Hacía poco tiempo la villa se había reconstruido, luego de que durante la Guerra de Restauración un incendio calcinara casi todo. Los nuevos habitantes cultivaban tabaco, se juntaban para hablar de retórica y admiraban ver zarpar los barcos desde el muelle.
Puerto Plata es la provincia de la primera vez, o al menos eso siempre escuchó, no había forma de refutarlo mucho porque ella se sumaba a ese cauce de primeras veces. El primer gobierno con tintes de democracia europea que desató otras novedades, como los primeros impuestos, el primer ayuntamiento, un dizque tribunal de justicia, para Europa todo sucede por primera vez, el problema es para los otros, quienes viven ese sueño cegador. Nosotros…los que desearíamos vivir la última vez de Europa para sanar todas las heridas de la soberbia,
Cumplir cien años en una casa de estilo victoriano
Los portentosos paquetes llegados de Europa, con las piezas de las casas
Todas iguales
Cumplir cien años
De dos ingenios a siete
Sin corsarios ni piratas en el puerto
Fábricas de fósforos, jabonerías, molinos de harina
Licores, vinos, romo
Celebrar cien años en Puerto Plata
Con el ferrocarril del Cibao casi recién estrenado
A los veintidós días del mes de mayo de 1893 una mujer cumplía una cien años en una casa de estilo victoriano. Era María Nansí.
Noventa y un años atrás un negrero la raptó de África, luego la embarcó hacia Santo Domingo. Cien años en la transparencia del aire de Puerto Plata. Cien años y yo solo pude leer tres líneas de su vida en la página 300 de un libro sobre Historia Dominicana. Cien años de vida se apretujaron en apenas tres líneas que están enterradas en un libro de quinientas páginas.
Esto que intenta ser una crónica desfasada del tiempo, una prosa para esgrafiar la edad del miedo fue escrita mientras Celia Cruz amenizaba la hoja en blanco. Una parte de conmemorarnos va de buscarnos vivas en las marañas de una historia plagada de escondrijos. Busco mi memoria, la humanidad de lo que he abrazado de la misma forma en que Celia Cruz intenta atrapar su isla, atarla para nunca más tener que emprender una búsqueda tortuosa.
En cualquier huella te persigo En una sombra te dibujo Huellas de sombras que se pierden La suerte no vino conmigo
Abrazarnos donde quiera que estemos, incluso si ese acto de amor significa buscarnos o alcanzarnos en alguna eternidad. Yo también busco un poco de mi vida entre los paisajes conocidos del silencio y lo inefable.
Ana Hurtado, CELA generación 2014. Líneas de investigación: afrodescendencia, racismo y estudios socioculturales del Caribe insular.
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