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8 de marzo, de Nueva York en el siglo XIX a Ciudad Juárez en el siglo XXI


El 8 de marzo pasado sirvió para que por todos lados (desde medios electrónicos hasta conversaciones en los camiones) hubiera discusiones sobre esta fecha conmemorativa. Si bien en ciertos espacios cada vez hay más pugna por reconocer la fecha, no como una festividad sino como un día de conmemoración y homenaje, no cabe duda que en otros el 8 de Marzo ha servido para consolidar aún más ideas machistas en una sociedad como la mexicana, en la que el feminicidio es cosa de todos los días.

Desde una perspectiva “feminista”, la relación de la mujer con el mundo, principalmente está atravesada por el problema de la igualdad de género. Sin embargo pareciera que en muchos de los casos, esta visión obstaculiza la verdadera resolución de problemas muy concretos que aquejan a la mayor parte de las mujeres. Si bien es cierto que la violencia hacia la mujer existe en cualquier capa y sector social, es imposible negar la diferencia que existe entre el trato, incluso en la cárcel, que se le da a una líder sindical fuertemente asociada con el Estado, como Elba Esther Gordillo, y una mujer indígena a la que se le niega la atención médica al dar a luz.

Plantear la emancipación de la mujer como un proceso largo y cotidiano sí, pero también y principalmente atravesado por una perspectiva de clase y también de etnia, permite problematizar más y plantear mayores alternativas. Es verdad que muchas corrientes feministas no consideran al hombre como el enemigo, sin embargo, si se plantea que el problema de la igualdad entre mujeres y hombres no responde a condiciones sistémicas y que por lo tanto puede existir aún en el sistema capitalista, se puede caer en posiciones que criminalizan al hombre que está a un lado de nosotras y a eximir de toda responsabilidad a otras mujeres, aun cuando sus puestos de poder hayan significado la opresión de grandes sectores sociales.

Precisamente, es en el sistema capitalista en el que la condición de la mujer se ha visto más afectada en contraposición al discurso hegemónico que ha señalado y lanzado “vivas” a que la mujer pueda participar en la producción del capital. Gran parte del feminismo también abogó por que el participar de las actividades económicas por parte de la mujer, otorgaría independencia y libertad. Cabe señalar que el propio origen del 8 de marzo, demuestra que trabajar incluso directamente en la producción (por ejemplo la industria textil) no garantiza absolutamente nada para la mujer. Desde las mujeres obreras en 1857 en Nueva York, hasta las mujeres también obreras en 2015 en Ciudad Juárez, unas que murieron incendiadas y otras que continúan viviendo una violencia difícil de imaginar, se comprueba que la emancipación de la mujer es un proceso mucho más complejo que simplemente salir a trabajar.

Por otro lado, el que muchas mujeres hayan decidido, o se hayan visto en la necesidad, de salir a sus casas para pasar a ser proveedoras de sustento económico, no ha significado tampoco la igualdad de la mujer en términos culturales o cotidianos como muchas feministas defienden. Sin bien: “el trabajo asalariado otorgó incluso reconocimiento social, muchas “pudieron tener otro tipo de vida, separarse si querían”. Sin embargo, para que algunas lograran ingresar al mercado laboral otras han cubierto el hueco que dejaron en el hogar. Así, transfirieron las tareas de cuidado a las abuelas, a trabajadoras más pobres o a migrantes. “Y otras simplemente se vuelven locas haciendo ambos trabajos”.[1] Es decir, que en la mayoría de los casos, no ha ocurrido que los hombres se incorporen más a las tareas que han sido designadas para la mujer, sino que otras mujeres se tienen que hacer cargo.

Esto último no necesariamente es responsabilidad total de los hombres. Si bien es imposible negar que el machismo es algo que permanece e incluso se profundiza y agudiza en nuestras sociedades actuales, tampoco es posible negar la necesidad de que gran parte de los miembros de la familia salgan a buscar trabajo.

La emancipación de la mujer está atravesada por procesos económicos, sociales y culturales que se deben modificar, e incluso destruir, al mismo tiempo. No es posible una emancipación en lo cotidiano si continúa la opresión en lo económico y viceversa. Además de que los procesos sociales no son mecánicos, la consolidación de transformaciones culturales sólo pueden ser consolidadas con transformaciones económicas y al revés. Es decir, que la lucha de la mujer por su emancipación es doble y más difícil, pero por ello más digna.

Ingrid Pamela Sánchez Pulido

Alumna de la generación 2012

Temas de interés: Lucha de clases, análisis sociales, geopolítica, relaciones internacionales, economía latinoamericana, integración regional.

[1] “El capitalismo no libera a la mujer, la recluta para el trabajo, sostiene feminista”, La Jornada 11 de marzo de 2015. Revisado el 14 de marzo en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/03/08/el-sistema-actual-no-permite-emancipacion-real-de-las-mujeres-amaia-perez-2943.html

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