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Dalila Alonso Castillo

Las mujeres, como América


Llega la primavera y, junto con ella, una serie de lugares comunes referentes a los deseos de apareamiento desenfrenado. Y son esos lugares comunes y eufemísticos los que darán vida a esta primera “solemne farsa”, lista para arquear más de una ceja de los amables lectores de Revista Horizontes.

Uno de los primeros mitos al que todo buen latinoamericanista da muerte en sus primeros pasos es el que versa sobre “el descubrimiento y la conquista de América”. Reivindicando un orgullo que nos llega por inercia, asumimos sin rechistar que este gran pedazo de humanidad no fue ni descubierto y que, más que conquistado, fue (y sigue siendo, en más diversos y sutiles ámbitos) invadido, saqueado y forzado a encajar con una concepción del mundo que lo colocaría como lo “agregado”, el gran botín y la aportación de los temerarios navegantes peninsulares.

En este caso, es célebre el planteamiento en el que Edmundo O´Gorman va más allá, al proponer que la propia América comenzó siendo una mera invención necesaria para la salud mental del europeo occidental, al encontrarse con la nada diminuta sorpresa de que se había pasado por alto a prácticamente la mitad del mundo y la civilización humana.

¿Pero, a qué se debe que desfilen O´Gorman, América y los efluvios primaverales en una columna dedicada a temas de la actualidad latinoamericana? Pues bien, el objetivo de este breve texto es reflexionar sobre algo que podría parecernos nimio, obvio, incuestionable a causa de la inercia con que se reproduce día a día. Sin más preámbulo, el objeto de estas letras es reflexionar sobre la interacción que posibilita “la primera y más importante de las relaciones políticas”, siguiendo a Kate Millett en su libro Política Sexual, quien alude a su vez al escritor, vagabundo y marica francés Jean Genet. Esto es, la relación entre los sexos, llámese erotismo, relaciones de poder o simple coexistencia espacio temporal.

Al afirmar en el título de este breve ensayo que las mujeres somos como América, me refiero concretamente a que, si observamos con mirilla microscópica la retórica y la praxis de las relaciones erótico-afectivas, encontraremos numerosos ejemplos de que a nuestros compañeros hombres se les enseña a completar y reproducir infinitamente todo este escenario de descubrimiento y conquista del otro, o en este caso “de la otra”. Desde una acción tan inocente como nombrar en primera instancia con el apellido paterno – práctica actualmente revocada en los registros civiles del Distrito Federal de México-, hasta enseñar a pie juntillas que las relaciones humanas matizadas por el erotismo sólo pueden resolverse a través de una pugna que culmina necesariamente con una “conquista”. Ambos, tanto el asedio constante hasta la rendición, procesos violentos que son fuertemente rebajados con un discurso romántico que enaltece la labor de unos y la salvación de otras. ¿No les recuerda, en cierto modo, a las formas discursivas que adoptan las narrativas oficiales? La Historia, los clásicos literarios, etc.

“La invención de las mujeres” bien debiera ser el título en letras pequeñas de gran parte del conocimiento popular y hasta académico que el discurso patriarcal hace sobre toda una mitad de la humanidad, a quien desde hace poco y a fuerza de lucha constante, se comienza a escuchar para nunca más ser ignorada. Es por esta razón que, aunque al imaginarse la situación, estimado lector(a), suelte usted una sonora carcajada, piense antes de entonar cualquier melodía popular que afirme que un caballero “hizo mujer” a una despatarrada y enjundiosa señorita.

Retomando la analogía, si bien América fue nombrada, representada e inoculada por otra presencia ulterior a ella misma, tiene una historia y ser propios que persisten, sobreviven y se revelan de múltiples maneras. Así las mujeres, como sujetos y colectividad, poseemos una historia, saberes y una voz que debe siempre prevalecer ante la imposición, aunque ésta se encuentre bajo el disfraz del afecto, la ternura y la protección, en una cotidianidad aparentemente incuestionable e interiorizada hasta la médula.

Para finalizar este “señor torrente”, recordando al buen Martí y sus excesos discursivos, disculpe usted amable lector si no encontró en esta modesta columna el rigor académico, la seriedad o “la relevancia” de un tema de actualidad. Pero piense: ¿no es acaso nuestra forma de relacionarnos como seres humanos una problemática siempre vigente mientras exista la desigualdad en cualquiera de sus formas? Como defensa, no dudo en esgrimir que si no nos proponemos a cuestionar sistemáticamente, con ayuda del humor o la más acérrima crítica, la normalidad de ciertas prácticas cotidianas, como la nada inofensiva interacción entre hombres, mujeres y demás seres cuando Eros interviene, poco podremos revolucionar y transformar tanto en tiempos de paz como de coyuntura.

Alumna de la generación 2010.

Tema de tesis: representaciones de la masculinidad en "Trilogía sucia de la Habana" de Pedro Juan Gutiérrez.

Temas de interes: literatura erótica,"el periodo especial" cubano, estereotipos de género

Otras actividades: miembro del Comité de Relaciones Académicas en "Revista de Humanidades Populares", interés por la creación literaria, tengo un cuento publicado en "Hysteria. Revista de Sexualidad y Cultura".

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