Cuando Interestelar (Christopher Nolan, 2014), ese alucinante viaje de ciencia ficción, no fue suficiente para hacerme desempolvar el famoso libro Breve historia del tiempo del todavía más famoso Stephen Hawking –que mi papá me había regalado en 2005, a una edad que hoy sigo considerando poco adecuada–, la conmovedora película que narra la vida del físico, La teoría del todo (James Marsh, 2014), vino a terminar ese trabajo. En el bestseller de Hawking encontré un libro fascinante que describe, en sorprendente brevedad y en un lenguaje accesible, los esfuerzos humanos que a través de la historia han intentado comprender el universo, su origen y evolución –extrañísimo lugar, debo añadir, para encontrar escrita la palabra “marxista”.
Además de la contundente y relativizante conclusión de la historia de la física, según la cual no existen posiciones ni medidas absolutas del tiempo y el espacio, me sorprendió mucho un reconocimiento que el físico expresa en torno a su proyecto de edificar una “teoría del todo”. La expresión, cabe aclarar, alude al esfuerzo de conciliar la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica para poder conocer el universo, si tiene o no fronteras y, por tanto, origen y fin. Hawking reconoce, sin embargo, que un logro de la ciencia física de una magnitud tan grande bien podría no tener absolutamente ninguna repercusión en la vida cotidiana de las personas: el “todo”, evidentemente, alude al universo en términos físicos y no sociales. Es decir que la consecución del mayor misterio de la física hasta hoy podría no cambiar absolutamente nada en el mundo social (a menos, claro, que se hallara que el universo se encogerá del todo en menos de mil años… lo cual es muy improbable).
Esta interesante y modesta idea del físico quedó rondando en mi cabeza por unos días, y se disparó cuando, navegando ociosamente en las redes, me crucé con un video en donde se puede observar/escuchar una discusión entre una activista pro legalización de matrimonios entre personas del mismo sexo y algunas mujeres que se oponen a esta política.* La acalorada discusión tuvo lugar en Mexicali, Baja California y fue publicado en el portal virtual del diario La Crónica. Los argumentos de las mujeres que se oponen a la institucionalización de los matrimonios homosexuales no deberían sorprender a nadie. Insisten, en un tono teológico, que ellas no fueron “creadas” para otra mujer sino para un hombre, que entre dos varones y dos mujeres siempre existirá un “vacío” (en tanto no es posible procrear) y que los homosexuales no están en “lo correcto”, que no es así como “deberían” ser las cosas. Una de ellas, acompaña tales argumentos con una supuesta justificación científica (bajo la conocida fórmula está comprobado que…) que apunta a que muchos homosexuales lo son debido a que fueron agredidos sexualmente o “marginados” de algún modo a temprana edad.
Lo que me resultó desconcertante o al menos problemático del video no fue nada de lo anterior, sino que el mismo argumento cientificista fuera usado por la activista para defender la opción homosexual como válida. Alrededor del minuto 1:55 ambas posiciones son reivindicadas desde el viejo adagio “la ciencia ha comprobado que…”. Al parecer, el objetivo tribunal de la ciencia es quien otorga o niega el derecho de exigir tales o cuales políticas públicas o incluso posiciones subjetivas. Es decir, si la ciencia no hubiese comprobado que está bien ser homosexual, ¿no existiría el derecho legítimo de reivindicar la homosexualidad? ¿Por qué tendríamos que necesitar el fallo positivo de la ciencia para defender algún modo de vida, cualquiera que sea? Lo cierto es que, de seguir el argumento cientificista llegamos a un impasse, puesto que de ningún modo se ha llegado a acuerdo universal alguno respecto de los motivos por los cuales algunas personas prefieren relacionarse afectiva y eróticamente con personas de su mismo sexo. Las perspectivas psicológicas “naturalistas”, por no mencionar los lamentables enfoques que pretenden rehabilitar o curar a los homosexuales, no han dejado de sostenerse y no parece que vayan a desaparecer. Desde otras perspectivas, se piensa que las razones por las cuales una persona es homosexual son difíciles de determinar, y que en realidad hay que comenzar preguntando cómo adquiere cualquier persona su preferencia sexual e identidad de género, puesto que la heterosexualidad es tan performativa o inducida socialmente como la homosexualidad.
Cuando Hawking escribe que edificar una teoría del todo podría no tener ninguna repercusión en la vida cotidiana, ¿no nos habla de los límites de la ciencia para descubrir y fijar el sentido de nuestras existencias? Si los históricos movimientos gay, feministas, transgénero u otros como el black power y toda suerte de reivindicaciones étnicas, no han necesitado del fallo aprobatorio de la ciencia –un conocimiento también histórico que en el pasado no tan lejano consideraba de modo hegemónico la homosexualidad como una enfermedad y no dudaba en la superioridad intelectual de la “raza blanca” o del varón por sobre de la mujer–, no vemos por qué los movimientos sociales contemporáneos deban hacerlo.
La significación de la existencia está en otro lugar.
*Enlace del video:
https://www.facebook.com/LGBTMexicali/videos/vb.1522233168037361/1532827020311309/?type=2&theater
Alumno de la generación 2011. En proceso de titulación con una tesis sobre el debate alrededor de la posmodernidad filosófica en América Latina y la emergencia de una crítica de la razón latinoamericana.
Temas de interés: la filosofía y el pensamiento social posmoderno, las relaciones tecnología-subjetividad y la hibridez cultural.