Las recientes expresiones de un funcionario de muy alto nivel del Estado mexicano, en las que hace escarnio de una persona sólo por la forma en la que ésta se expresa en un idioma que no es el propio, que le ha sido impuesto, vuelve a exponer a la luz pública una de las actitudes más infames heredada por la dominación colonial y uno de los sustratos ideológicos y culturales en la que se sustenta la exclusión, la marginación y la explotación y hasta la muerte de miles y miles de personas en América Latina y en otras regiones del mundo: el racismo y el menosprecio hacia las personas que pertenecen a los pueblos descendientes de de las culturas prehispánicas.
“Esta de pánico”, expresa en algún momento el funcionario en cuestión, sin que quede claro si se refiere a la forma en que se expresado la persona de la que se burla, o las demandas que ésta le había presentado. En realidad no importa. Lo que realmente significativo y que debería ser pánico es que se crea que la situación se arreglará con solo pedir disculpas, con afirmar que es parte de una conversación privada o decir que se trató de un chiste, y que las cosas se tomarán como si no hubieran pasado. O peor aún, que con una disculpa se subsanarán las brutales consecuencias que ese tipo de pensar y sentir tienen cotidianamente para los descendientes de los pueblos originarios y otros grupos de la población sin privilegios sociales y económicos.
El hecho recuerda otros dos casos acaecidos recientemente en puntos geográficos tan disímiles como pueden serlo el Estado Español y Guatemala. En el primero, una candidata a alcalde por el derechista Partido Popular respondió en una red social virtual a una votante que le criticaba sus posiciones políticas: “y tú, casada con un negro. No sé que es peor”. Ante la ola de críticas que generó su comentario racista, tras pedir disculpas, la candidata expresó que fue “un comentario poco afortunado producto de una discusión acalorada”. Después insistiría en que no es racista.
En Guatemala un periodista radial publicó la fotografía del atleta Erick Barrondo, quien posaba junto a una estatua ornamental en un lujoso centro comercial. Barrondo es el primero en obtener una medalla olímpica en la historia de ese país centroamericano. El locutor en cuestión acompañó la foto con una leyenda en la que se leía “¿quiere manía, semilla de marañón o habas?” La composición era una descarada ofensa contra el atleta, pues daba a entender que sin importar los logros deportivos que éste ha obtenido, su papel como indígena es vender semillas o frutos secos tal como hacen muchas personas de los distintos grupos étnicos que pueblan ese país. Barrondo es indígena de la etnia Q’eqchí.
Ante las críticas por su publicación, el locutor también negó que fuera racista, acusó que su comentario fue “sacado de contexto”, y finalmente afirmó que lo había dicho como una broma, nada más, “pura chingadera”.
Es importante notar que muchas de las personas que incurren en expresiones o actitudes similares a las del funcionario mexicano que aquí comentamos, también recurren a esa misma estrategia para desdecirse o restar importancia a sus reprobables dichos. En ellas también es común negar ese evidente racismo que escapa con sus palabras, o afirmar que se ha sido criadas y educadas “en los más altos valores”, que “guardan respeto a todas las personas”, que no se consideran superiores a otras.
La verdad es que si una persona fue educada desde muy pequeña en el respeto a sus semejantes, si realmente detenta estos valores y si toda la vida ha actuado conforme a ellos, en ningún momento, ni de broma, dejaría escapar tales expresiones que resultan tan preocupantes como sería que alguien bromeara con alguna mujer diciéndole “te voy a violar”, o afirmara a cualquier otra persona “te voy a asaltar” o “te voy a asesinar” o “voy a quemar tu casa”. Si no se siente o no se piensa algo así, no se expresaría en palabras.
También es muy frecuente que muchas de estas personas, para negar sus sentimientos racistas, esgriman en su defensa la refinada educación académica que han obtenido, su manejo de otras lenguas o la profesión que desempeñan o han desempañado. Pero esto solo demuestra que en términos humanísticos poco les han servido sus altos y profundos estudios si no les han ayudado a ver a otros seres humanos como sus semejantes.
En cuando a que este tipo de expresiones se realicen en el ámbito más privado no las hace menos condenables ni reduce su gravedad. En privado también se han decidido los crímenes más brutales contra la humanidad.
Profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la materia "Historia socioeconómica de Centroamérica". Especialista en historia y pensamiento de Centroamérica, y ha sobresalido en múltiples colaboraciones académicas en estas áreas.