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Narcotráfico en América Latina: Un acercamiento a los casos colombiano y mexicano.


(Parte I. Marginalización)

Las economías colombiana y mexicana están en crisis, lo que en el contexto del neoliberalismo significa un caldo de cultivo para la criminalidad. Es decir, que existen condiciones histórico-sociales que si bien no son determinantes absolutos, sí representan condiciones materiales óptimas para el aumento en el tráfico de drogas.

Con los cambios en materia económica vividos a finales del siglo XX, se modificó la conformación de las clases: surgieron algunas y aumentaron, desaparecieron o disminuyeron otras.

Para ejemplificar esto, tomaré el caso del llamado “trabajo informal” que ha creado o aumentado estratos sociales que es necesario analizar por sus particularidades tanto en su ubicación en el proceso de producción de mercancías como en su participación política.

Si bien esto no es tema del presente escrito, sí son elementos importantes a tomar en cuenta, debido a que generalmente estos estratos sociales que se incrementan como resultado de medidas económicas neoliberales (desregulación de mercados, adelgazamiento del Estado en las políticas económicas, procesos de privatización de empresas estatales, etc.) son marginados de prácticamente todas las esferas de la vida de una nación:

  • Económicamente, debido a que al haber escasez de empleos “regulados” tienen que salir de la formalidad, para internarse primero en la informalidad, lo que poco a poco y de forma muy sencilla puede llevar a la ilegalidad;

  • Políticamente no cuentan con espacios de participación en los que sean tomados en cuenta como nuevos grupos sociales con necesidades y aspiraciones propias, es decir, que generalmente no hay grupos, organizaciones, partidos, etc., que logren aglutinar las demandas de este, relativamente, nuevo sector.

  • Y socialmente, pues generalmente son discriminados y excluidos de los esquemas de lo que se considera socialmente “sano” dentro de una sociedad.

Esta marginalización es una condición de clase que al internarse en los espacios de la ilegalidad, en este caso del narcotráfico, aumenta y se potencia llegando a generar fenómenos que de primer momento pueden parecer inverosímiles, por ejemplo el exponencial uso de la violencia, pero que en las lógicas de terror en las que suelen moverse estos círculos de criminalidad para demostrar poderío, son en realidad muy normales. Lo que resulta “anómalo” es que la violencia llegue a espacios y sectores que no necesariamente están vinculados de manera estrecha, es decir, que no ser narcomenudista, o estar involucrado de alguna forma con el narcotráfico, no es garantía de no ser víctima de alguna de sus actividades ilícitas.

Cabe señalar que no trato de igualar los trabajos informales con el narcotráfico o que uno lleve irreductiblemente hacia otro, sino en lo que me interesa hacer hincapié es que esta marginalización tiene una consecuencia clara cuando e las actividades en las que se basa, se obtienen grandes ganancias:

El narcotráfico se ha convertido en la nueva forma de ascenso social y logra, a ojos de la sociedad, que quienes de dediquen a ello, tengan mejores condiciones económicas que el resto, por lo que entonces pasan de ser marginados en los tres niveles a exigir su participación en la toma de decisiones en los tres niveles también (económico, político y social). Por ejemplo: “En Colombia los paramilitares de las AUC afirmaron, sin que nadie los desmienta que 35% de los miembros del Congreso fueron electos en 2002 con su apoyo”[1]

En México la narcocultura y el fenómeno de respeto y amor hacia los narcos han sido muestra de que esta marginalización, se convierte en su contrario al momento de garantizar “dinero, mujeres y respeto”. Además, como en algunos casos son los únicos que están en las posibilidades de suplir al Estado en lo concerniente a ciertas “responsabilidades” (empleo, vivienda, educación, salud, etc.) ciertos sectores de la población tienden a defenderlos, como el caso de las marchas que fueron realizadas en algunos estados de la República Mexicana por la detención de El Chapo Guzmán.

Es muy difícil negar, hoy en día, la importancia económica que tiene el narcotráfico para naciones como la colombiana y de forma muy profunda, la mexicana. El narcotráfico tiene su mayor potencialidad en este contexto neoliberal, porque además se convierte en no únicamente el tráfico de drogas, sino también crimen organizado y una gran variedad de actividades ilícitas. Incluso obtienen más ganancias de estas actividades, que del propio tráfico de drogas: terrorismo, contrabando, ejecuciones de funcionarios públicos, extorsión, falsificación de dinero, de documentos, fraudes de tarjetas de crédito, homicidios, lavado patrimonial, lesiones, piratería, porno, secuestro, robo de coches, tráfico de armas de cigarros, de estupefacientes, de indocumentados, de material radioactivo, de personas, etc.

Es por estos elementos, y algunos más que serán señalados en otro momento, que las políticas (ya sea legalización, combate, eliminación, etc.) que se planteen desde la sociedad, el Estado y los gobiernos hacia los cárteles deben ser re-estructuradas y re-analizadas porque, sin victimizar a ningún sector, me parece que el narcotráfico no es el malo de los cuentos de hoy en día, sino una consecuencia de políticas económicas, que definitivamente no han significado una mejoría para las grandes mayorías.

[1] Ángela María Puentes Marín."El opio de los talibán y la coca de las FARC" Universidad de los Andes. CESO. Colombia. 2006. Pp. XIII

Alumna de la generación 2012

Temas de interés: Lucha de clases, análisis sociales, geopolítica, relaciones internacionales, economía latinoamericana, integración regional.

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