Para Tayde R. Morales Rangel
Hace un par de días tuve el privilegio de presenciar el examen profesional de una amiga sumamente querida, quien se recibió exitosamente de licenciada en Química de Alimentos. Su tesis versó sobre la medición de ciertas propiedades del chocolate que son especialmente útiles en su manufactura industrial.
Este acontecimiento, tan cotidiano y punzante a la vez, aunque es uno de los temas predilectos de debate, bromas y hasta decaimientos por parte del numeroso contingente de estudiantes terminales, no es en sí el punto medular de esta modesta columna, que no se propone nutrir los ya de por sí cuantiosos sermones sobre la obtención de grados. La reflexión parte de un momento especial del interrogatorio, en donde se le cuestionó a la postulante la pertinencia de incluir en su tesis un contexto histórico tan ampliamente desarrollado.
Sobra decir que es de conocimiento general que la semilla del cacao es oriunda de territorio americano. Aquí la cuestión no era defender o legitimar el origen de este producto atribuyéndolo a un territorio específico como México o algún otro país centro o sudamericano, enarbolar ese orgullo culturalista de ser la “cuna” de tal o cual cosa. El principal cuestionamiento radicó en ¿por qué vale la pena contextualizar, situar históricamente el objeto de estudio de una carrera derivada de las llamadas “ciencias exactas”? Como podemos observar, se trataba más bien de una pregunta orientada a la epistemología y la metodología misma de la tesis presentada.
Pero es justo en este punto cuando la esperanza por una ciencia dura, con rostro humano y repercusión social se vuelve tangible, palpable y defendible. Este cuestionamiento, que en un principio pareciera engrosar los constantes ataques academicistas de depurar de todo elemento subjetivo un trabajo de investigación y más si éste es de carácter “científico”, pasó a ser el parteaguas de uno de los debates más ricos del examen profesional.
Los sinodales, así como la candidata, reflexionaron sobre aspectos que, a nosotros latinoamericanistas, nos resultan imprescindibles. Por ejemplo, la colonización europea y la consecuente apropiación, casi siempre violenta e intensiva, de recursos naturales de los territorios colonizados. El cruce intercontinental y la triangulación de comercial África-Europa-América, que gracias a este trabajo, pareciera delinearse fielmente aun después de cinco siglos de su implementación. En lo que a chocolate se refiere, esta investigación nos muestra claramente la división internacional del trabajo al asentar el origen y, por ende, la relevancia cultural del uso del cacao en la parte centroamericana de México, la faceta productiva extractiva de la agroexportación localizada en la costa occidental africana y los principales centros de procesamiento industrial del producto en Europa y Estados Unidos. Sobra mencionar que la comercialización es de carácter global debido a la época y sistema económico en el que nos encontramos, en donde obviamente, la última fase de producción, situada en los grandes centros industriales, son quienes terminan definiendo el valor comercial de este producto.
Pero lo que es notable, como mencioné anteriormente, es justo la trascendencia en la investigación de este funcionamiento con raíces evidentemente coloniales. Y sí, aunque la terminología y los conceptos históricos revoloteaban en la mente de la única latinoamericanista presente, aun así se dio una auténtica defensa de la preponderancia de incluir un contexto histórico-social en una investigación de “ciencia dura” y de las aportaciones que aquel proporciona a un discurso científico “objetivo”. La examinada hizo ver que justo una de las fortalezas, así como uno de los aprendizajes más significativos que le dio su propia investigación, fue situar histórica y socialmente las fases de producción y el origen de su objeto de estudio. Hizo hincapié en que dicha comprensión abre paso a una perspectiva más incisiva y humana de su quehacer científico.
Y bien, como cierre de este breve escrito mensual, no me resta más que agradecer haber presenciado semejante entrecruzamiento de estudios y disciplinas aparentemente irreconciliables. Fue un enorme placer y a la vez un incentivo presenciar la incidencia de las humanidades en un terreno en el que pareciera no tener cabida, pero en el resultó airosa gracias a la convicción y el ahínco de una valiente y prometedora química en alimentos.
Alumna de la generación 2010.
Tema de tesis: representaciones de la masculinidad en
"Trilogía sucia de la Habana" de Pedro Juan Gutiérrez.
Temas de interes: literatura erótica,"el periodo especial" cubano,
estereotipos de género
Otras actividades: miembro del Comité de Relaciones Académicas en
"Revista de Humanidades Populares", interés por la creación literaria,
tengo un cuento publicado en "Hysteria. Revista de Sexualidad y Cultura".