La teología de la liberación latinoamericana rescató y revaloró fuertemente la dimensión ética del cristianismo, que enuncia la preferencia y acción por los pobres y marginados de la sociedad. Esta opción preferencial por los pobres debía constituirse en acciones comprometidas para crear estructuras políticas, sociales y religiosas más justas. La teología de la liberación cuestionó abiertamente la teología tradicional que se hacía en Europa; por una parte introducía una dimensión estructural del pecado al hacer una fuerte denuncia moral y social del capitalismo y sus efectos negativos sobre la humanidad, y por el otro lado se rompía con la concepción teológica dualista tradicional en la que la historia humana junto con la divina se constituían como dos entes separados.
Bajo esta visión se rompía con la idea largamente enunciada que llamaba a aceptar el sufrimiento que conllevaba las desigualdades sociales, económicas y políticas. Esta idea que por mucho tiempo y de diversas maneras ayudó a justificar el statu quo, fue altamente denunciada por los teólogos latinoamericanos, que veían que la salvación no se podía esperar de manera pasiva desde una acción divina. Retomando y reinterpretando el texto bíblico del Éxodo, mostraban “la construcción del ser humano por sí mismo a través de la lucha política histórica” [1]. El Éxodo de esta manera mostraba un modelo de salvación que no era individual, sino comunitaria, donde los pobres no son objeto de compasión ni caridad sino que al igual que los esclavos judíos estos se constituían como agentes de su propia liberación[2].
La experiencia y práctica teológica hizo ver que era necesario enfatizar el hecho de que los pobres tenían un rostro específico, “los pobres” no sólo vivían oprimidos por una cuestión de clase, sino había aquellos que por su condición étnica o de género guardaban una “doble opresión”. En la década de los ochenta se empezó a cuestionar la generalidad que englobaba el término –opción preferencial por los pobres–; a partir del trabajo y reflexión religiosa hecha desde las mujeres, los grupos indígenas y afro descendientes se empezó a gestar una teología desde sus cosmovisiones particulares y situadas, conformándose una teología crítica de la liberación orientado a lo feminista, lo indígena y lo negro.
En este sentido el teólogo brasileño Leonardo Boff llamaba también a poner atención a una de las victimas centrales y más oprimidas del capitalismo, al “gran pobre”: la tierra. Boff menciona que si la teología de la liberación surgió de escuchar el clamor de los pobres, también era necesario escuchar el grito de los ríos, el aire y la biodiversidad devastada por un tipo de sociedad sustentada en la acumulación del capital. La tierra para Boff también es el pobre oprimido que busca ser liberado de un sistema económico y político que ha perdido el respeto por la vida.
Si bien Boff lleva diversos años insistiendo en la importancia de pensar en una eco-teología que vincule la espiritualidad humana, el cuidado del ambiente y la justicia social, el hecho de haber sido llamado al “silencio” en 1985, por las fuertes críticas que hizo a la Iglesia en su libro Iglesia, carisma y poder (al poco tiempo tomaría la decisión de dejar la orden franciscana), ha hecho que las propuestas teológicas de Boff se hayan mostrado un poco lejanas y hasta heréticas durante los dos pontificados anteriores. Sin embargo, hace unos días con la promulgación de la segunda encíclica del Papa Francisco Laudato Si, me lleve una grata sorpresa; en la primera hojeada que hice del documento leí: “entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que –gime y sufre dolores de parto–“. Y así tuve la feliz impresión de que la autoridad eclesiástica al fin había tomado en cuenta a Boff.
Laudato Si es la primera encíclica papal donde se aborda a fondo el tema de la ecología, pero más allá de ser un tratado sobre el cambio climático y el deterioro ambiental, para mí deja ver una fuerte llamada de atención a los poderes económicos y políticos que han contribuido enormemente a la devastación del planeta. El Papa ejemplifica con la espiritualidad y vida de San Francisco de Asís la imposibilidad de disociar “la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior”.
Es una encíclica y no sólo se dirige a los creyentes, sino, que es un llamado y diálogo universal para hacer frente a la problemática de nuestra “casa común”. Laudato Si ha generado diversas reacciones y opiniones, siendo incómoda para ciertos sectores que llaman al Papa Francisco a no “meterse en política”, ya que de alguna manera esta encíclica cuestiona abiertamente el sistema económico mundial, al pronunciarse cómo toda pretensión que busque cuidar el mundo supone la producción de cambios profundos en “los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”. Boff se ha mostrado entusiasta con las nuevas orientaciones del Papa, señalando la importancia que tiene este documento, al presentar una ecología integral y elaborar el tema dentro de un nuevo paradigma ecológico, cuestión que según Boff, ningún documento oficial de la Iglesia o de la ONU ha realizado hasta hoy[3].
Notas
[1] Michael Löwy, Guerra de Dioses. Religión y política en América Latina, México, Siglo XXI, 1999, p.64.
[2] Ídem.
[3] “La Carta Magna de la ecología integral: grito de la Tierra-grito de los pobres" https://leonardoboff.wordpress.com/2015/06/18/la-carta-magna-de-la-ecologia-integral-grito-de-la-tierra-grito-de-los-pobres/
Bibliografía
Löwy Michael, Guerra de Dioses. Religión y política en América Latina, México, Siglo XXI, 1999.
Otras consultas
“La Carta Magna de la ecología integral: grito de la Tierra-grito de los pobres" https://leonardoboff.wordpress.com/2015/06/18/la-carta-magna-de-la-ecologia-integral-grito-de-la-tierra-grito-de-los-pobres/ Consultado el 23 de junio del 2015.
Estudiante del CELA generación 2012.
Temas de interés: Teología latinoamericana, sociología de la religión, política y religión en América Latina, historia de Centroamérica siglo XX, Derechos Humanos, violencia de género.