Nunca se ha visto tanta desigualdad en un mundo
que tiene tantos recursos y tiene tantas posibilidades.
José Mújica
El correlato de la acumulación está sustentado en el despojo. La búsqueda de mayores ganancias y apertura de nuevos mercados es lo que impulsó a Francisco Pizarro, Hernán Cortés o Pedro de Alvarado a explorar nuevos territorios para posteriormente inaugurar ciclos de acumulación y explotación a niveles inusitados. El mito del Dorado se convirtió en la utopía de los exploradores que deseaban volverse ricos de la noche a la mañana. En ese sentido la acumulación de fortunas de las metrópolis europeas fue consecuencia de la sustracción y el saqueo de los recursos americanos. La justificación para permitir dicha apropiación se dio naturalmente. El sacerdote Ginés de Sepulveda, quien rescataba el pensamiento de Aristóteles para justificar el proceso de esclavitud en América, vaticinaba que “los indígenas son esclavos por naturaleza”. Bajo esa lógica civilizatoria “del buen salvaje” se procedió a la colonización.
Las culturas precolombinas fueron arrasadas y desplazadas de sus territorios originales para permitir el desarrollo de los conquistadores. El auge de la plata en el cerro del Potosí en Bolivia fue motivo de fiestas y tragedias. El Potosí despertó la codicia de los reyes y la extracción de cuantiosas ganancias. Ese fue el estado de las cosas durante la colonización del continente americano. Recursos como el cobre, el oro y la plata fueron puestos a la disposición para el disfrute de otros. Y así se levantaron villas y magníficas ciudades bruñidas en oro. Esta historia repetida en incontables ocasiones que se reduce al sometimiento del poderoso sobre el “debilucho”. Eso fue lo que permitió en gran medida el desarrollo de grandes civilizaciones. ¿Que sería del desarrollo de Europa sin la colaboración impuesta hacia sus hermanos americanos?
El día de hoy el capítulo de la colonización se abre como una vieja herida. El neocolonialismo opera de manera discreta y eficaz. Tan sólo en materia minera suman 206 conflictos que a lo largo del continente se han detonado a consecuencia de las concesiones otorgadas a negocios extranjeros.
México es el rey de las concesiones, y se jacta de serlo. Publicaciones estatales promueven la inversión de empresas extranjeras en materia minera.[1] 36 conflictos mineros son el escenario actual de conflictos territoriales que implican desplazamientos a gran escala, desposesión y nuevamente, acumulación.[2] Parece que hace falta nombrar para recordar: Pasta de Conchos, Salmanayuca, Cananea, son algunos ejemplos del despojo neocolonialista. El escenario asusta. Cualquier ciudadano consciente del valor de sus riquezas se preocuparía del estado lamentable de entrega de recursos estratégicos a manos extranjeras. Sin ánimos patrióticos ni fervores nacionalistas, se puede decir que el desarrollo de las mineras extranjeras a cielo abierto constituyen un problema con efectos ecológicos a corto y largo plazo. Implican un gran costo ecológico, daños ambientales y la única ventaja que ofrecen es volver ricos a unos de noche a la mañana y despojar a cientos del territorio donde originalmente habitaban.
[1] “México, la mejor oportunidad de inversión extranjera”, en Revista de la secretaría de Economía. México, 2013, [en línea], <http://www.economia.gob.mx/files/comunidad_negocios/industria_comercio/informacionSectorial/minero/su_mejor_oportunidad_inversion_mineria_0713.pdf>, fecha de consulta: 21 de julio.
[2] Mapa de conflictos mineros en América latina, publicado por el Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina (OCMAL), [en línea], <http://mapa.conflictosmineros.net/ocmal_db/>, fecha de consulta: 21 de julio.
Generación 2011. Pasante de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos.
Becaria en el Instituto de Investigaciones históricas Dr. María Luis Mora. Entre mis temas de interés están: Cine documental de Santiago Álvarez, Exilio conosureño en México, Posmemoria, Teoría social en América Latina