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Dalila Castillo Alonso

Guantánamo, un 26 de julio


Quisiera comenzar por aclarar que, el tema que inspira la columna correspondiente al cierre de este mes, no pretende seguir la tradición –muy del estudio puramente tradicional de la historia oficial- de sublimar fechas que se consideran célebres por rendir tributo a acontecimientos aislados, aunque cargados de una inmensa carga simbólica. Optaría más bien por elaborar una propuesta en la que la emblemática fecha en que se conmemora el "Día de la Rebeldía Nacional" en Cuba, podría trascender contextos de espacio y significado.

La importancia nacional del 26 de julio para Cuba está inspirada en los primeros avances del Ejército Rebelde, materializados en el asalto a los cuarteles Moncada de Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes de Bayamo, justo un día como ese pero de 1953. Sin duda, el significado de este acontecimiento va mucho más allá de celebrar la obtención de una victoria militar, pues como tal no la hubo, ya que justo en esas primeras incursiones militares contra la dictadura de Fulgencio Batista, la disolución de las revueltas, el encarcelamiento y la tortura a la que fueron sometidos los y las rebeldes, fueron las constantes de este primera etapa de la Revolución.

El 26 de julio es más bien el reconocimiento a la osadía de los primeros militantes del actual grupo dirigente en la isla. Es el registro de un hecho que marcó el inicio de un sinuoso y difícil trayecto hacia el fin de la subordinación de la isla a los intereses estadounidenses y de una élite minoritaria, características de los gobiernos dictatoriales del siglo XX en América Latina. Como señala Azanza Telletxiki[1], el 26 de julio, más que una fecha, es un recordatorio permanente de la lucha que emprende día con día el pueblo cubano por la conquista de su libertad.

Así como el original, Cuba ha vivido, además de numerosas precariedades, otros tantos “26 de julio” que vale la pena señalar. Un par de ellos, por ejemplo, son el cese del bloqueo y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, así como el cierre de la base naval y prisión de Guantánamo, declarado por el presidente estadounidense Barak Obama el pasado 23 de julio, muy cercana a nuestra tan simbólica fecha y que nos compete aquí analizar.

La base fue instalada en Cuba por Estados Unidos a principios del siglo XX mediante un tratado, parte de la conocida Enmienda Platt, durante la ocupación militar que sucedió a la derrota española en la Guerra Hispano-estadounidense. Dicho tratado fue firmado en 1903 por los presidentes Tomás Estrada Palma (primero en ocupar el cargo en la historia cubana) y Theodore Roosevelt. Según este acuerdo, Cuba arrendaba de manera perpetua a los Estados Unidos el área de la Bahía de Guantánamo, con el propósito de ubicar en ellas estaciones navales y de embarque. Estados Unidos tendría jurisdicción y control absoluto sobre la zona, a cambio del reconocimiento de la soberanía de Cuba sobre la zona.

Sin embargo, la manutención de la base naval y militar ha perdurado, eludiendo las impugnaciones del gobierno cubano al tratado antes mencionado hechas desde 1969. Aun peor es el giro que ha dado el centro establecido en Guantánamo desde 2002, al ser acondicionado y enfocado a la reclusión, interrogación y tortura de presos originarios de diversas partes del mundo -principalmente afganos y paquistaníes- acusados del cargo de “terrorismo”.

No sólo para Cuba, sino para toda organización humana a que vela por la integridad y la dignidad de los seres humanos, es una ofensa que una base/prisión como Guantánamo siga con sus puertas abiertas. Es así que considero que las declaraciones del actual presidente estadounidense, más que un despliegue de humanismo y generosidad sin precedentes, son el resultado, primero, de las impugnaciones ejercidas desde hace más de cincuenta años por el gobierno cubano, y por otra parte, de la presión de una comunidad internacional conformada por organismos críticos y cada vez más activos.

Es así que mi propuesta, la cual retoma y amplía la de Telletxiki, es que el 26 de julio, así como otros eventos que por falta de espacio no figuran en esta humilde columna, significa más que una efeméride en el calendario, o una conmemoración enmarcada irrestrictamente en un contexto puramente local. Más que una nota cronológica, ambigua y carente de emotividad, sería una especie de metáfora que formaría parte de un cuerpo de eventos simbólicos de victorias contra toda huella de tortura remanente en territorio latinoamericano. La sangre, la violencia y el intervencionismo, fuertemente implantados en este suelo, pierden terreno ante avances como lo sería el cierre de la prisión de Guantánamo.

Por muchos otros tantos 26 de julio.

[1] Azanza Telletxiki, “26 de Julio de 1953, mucho más que una fecha” en Cubadebate, 26 de julio de 2009, [en línea] <http://www.cubadebate.cu/especiales/2009/07/26/26-de-julio-de-1953-mucho-mas-que-una-fecha/#.Vbn4UvN_Oko>, fecha de consulta: 28 de julio de 2015.

Alumna de la generación 2010.

Tema de tesis: representaciones de la masculinidad en

"Trilogía sucia de la Habana" de Pedro Juan Gutiérrez.

Temas de interes: literatura erótica,"el periodo especial" cubano,

estereotipos de género

Otras actividades: miembro del Comité de Relaciones Académicas en

"Revista de Humanidades Populares", interés por la creación literaria,

tengo un cuento publicado en "Hysteria. Revista de Sexualidad y Cultura".

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