Hace unos días viajé a la ciudad de Oaxaca con motivo de llevar a un extranjero a la Guelaguetza popular y magisterial. Es necesario señalar que hoy en día se realizan dos Guelaguetzas. Una que podría llamarse “institucional”, organizada por el gobierno del estado y la “popular-magisterial”. Esta segunda empezó a realizarse a partir del 2006, año turbulento en la historia oaxaqueña, ya que el combativo estado sureño se vio remecido por el movimiento de la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca).
A partir de entonces se han vivido dos procesos paralelos: mientras la Guelaguetza institucional (y todo lo que implica: el convite o invitación a la fiesta, la calenda y la guelaguetza en sí que es la muestra de las tradiciones de los distintos grupos y regiones del estado) se realiza únicamente en los principales barrios de la capital y en un Auditorio al que para ingresar a ver actores y bailarines profesionales hay que pagar, en la magisterial y popular se camina por todo los barrios de la capital durante varias horas en una explosión de colores, sabores (¡cuántos tipos distintos de mezcal hay, caray!) olores y dichos populares que lograban arrancarme verdaderas carcajadas (mi favorito: “mejor que se caiga un salto del altar y no una copa de mezcal”). Digo esto con todo el esfuerzo de no ver esta gran fiesta oaxaqueña como algún tipo de “cliché folklórico”.[1]
Tuve la fortuna de estar durante los tres días con una profesora de la Sección XXII que nos explicó, al extranjero y a mí, lo que significaban los distintos trajes, los bailes, partes de las tradiciones, etc. Para el francés que iba conmigo resultaba difícil entender cuál era la diferencia entre zapotecos, mixtecos y mixes. O por qué algunos se burlaban de que hubiera comprado un sombrero de charro en el mercado tradicional de Oaxaca.
Aunque obviamente yo comparto más códigos culturales con la profesora que él, eran evidentes las diferencias entre la oaxaqueña y yo, lo que daba como resultado una extraña dialéctica: sentirme más identificada con ella y a la vez más diferente. La convivencia me exigió posicionarme como igual y diferente a pesar de que traté de integrarme en el fuerte regionalismo que caracteriza a los oaxaqueños.
No me dejó ni por un momento la sensación de saber muy poco sobre mi país y sobre uno de los estados con mayor diversidad cultural como es Oaxaca. Y en realidad eso es algo que me pasa cada vez que visito algún lugar. Es una sensación abrumadora, pues resulta difícil asimilar tanta información, entenderla y significarla. Inmediatamente pensé en lo ambiciosa que puede ser mi intención de conocer toda América Latina, o toda América, o todo el mundo. ¿Cómo puede un ser humano hacer eso? Cada vez me convenzo más de que es imposible. Sobre todo aprendiendo de la diversidad y la complejidad de la historia latinoamericana, sus procesos, sus culturas, sus intereses y la forma en la que todo esto se relaciona.
Aun así me parece que buscar conocer la totalidad de un espacio, sea cuál sea, siempre es un posicionamiento crítico ante los intentos del capital por impedir que aspiremos a aprehenderla. En ese sentido me parece que los latinoamericanistas como aspirantes a inter/multi/trans (o lo que sea) disciplinarios, nos enfrentamos día con día a esa gran dificultad, pues aceptémoslo: es una tarea ardua, compleja y difícil que requiere transformación y esfuerzo en algo que muchas veces parece demasiado ambicioso, malogrado e incluso ridículo.
¿Qué estudioso de América Latina no ha sido llamado despectivamente “todólogo”, “poco riguroso” o, en el colmo de la burla, “chairo”? Creo que cualquiera que se precie de latinoamericanista (o intento de) puede llegar a sentirse ofendido con estas caracterizaciones. No son pocos los compañeros que tengo que aún no terminan la carrera y ya están seriamente resentidos con el estudio de una región riquísima y por ello, muy difícil de aprehender. Si bien yo no comparto este resentimiento, sí comparto la frustración de no poder entender muchos o casi todos los procesos.
Aunque me parece que no es lo mismo conocer que comprender o intentarlo. Por mucho que viajemos, leamos, escribamos, hablemos con la gente o incluso nos establezcamos por algún tiempo en ciertas regiones, no podremos verdaderamente comprender la región si son esfuerzos individuales. Es necesario trabajar en conjunto con todo el caos que eso puede significar, para avanzar sobre algo más concreto y que pueda trascender nuestra individualidad. Es decir, conocer, comprender y transformar como tres fases que no necesariamente deben ser las únicas, pero que sí son necesarias en un proceso que necesita ser colectivo para ser mejor.
El trabajo en equipo es una tarea sumamente difícil, sin embargo al platicar con algunos de los que participaron en la organización de la Guelaguetza[2] popular y magisterial, me preguntaba cómo es que se puede organizar de forma independiente una fiesta tan grande. Los esfuerzos son gigantescos: llega gente de todo el estado a participar y mostrar su cultura y tradiciones y el resultado es verdaderamente fantástico. Creo que los latinoamericanistas deberíamos aprender y aplicar ese principio de ayuda solidaria y comunitaria para poder entender a la región que tanto nos apasiona, ya sea para bien o para mal.
Después de tres días intensos de fiestas me quedo con esta reflexión: sí, América Latina me resulta incognoscible porque yo sola jamás podré entenderla en su totalidad. Pero sí puedo teorizar y practicar en totalidad para que podamos conocerla y sobre todo, transformarla.
Es decir, que la única alternativa que encuentro para que no terminemos en la casa de la risa es la organización de todas y todos.
[1] Cito a Magaly Alcántara en su columna: “La Guelaguetza: espejismo de una poca colorida realidad” http://www.horizonteslatinoamericanos.com/#!La-Guelaguetza-espejismo-de-una-poca-colorida-realidad/c21fh/55b4f0ff0cf286eab02c8a01
[2] Citando de nuevo a Magaly Alcántara: “habría que aclarar que la palabra guelaguetza no hace alusión a los bailes, sino, que esta es una palabra zapoteca usada en el Valle de Oaxaca para referirse al acto de ayuda comunitaria; guelaguetza es el principio solidario de reciprocidad entre el pueblo oaxaqueño”.
Alumna de la generación 2012
Temas de interés: Lucha de clases, análisis sociales, geopolítica, relaciones internacionales, economía latinoamericana, integración regional.