Para Ramón L. Castillo
Esta columna surge tras no poder evitar el entusiasmo físico e intelectual que despertó la apreciación del muy recomendable filme estadounidense El club de la pelea[1]. En esta película, se formula una severa crítica al consumismo capitalista y la vida alienada en la sociedad estadounidense contemporánea a través del combate épico interior de un sujeto promedio, lo cual merecería todo un análisis aparte. Además de eso, es inevitable no remitirse a un concepto de suma importancia para los estudios de género: las masculinidades.
Es así que este breve espacio de reflexión, inspirado en un principio por esta propuesta visual, comienza con asentar ciertas premisas: primero, que reflexionar sobre los comportamientos cotidianos que se encuentran profundamente arraigados y que rara vez se cuestionan, es una tarea que no siempre resulta sencilla. La literatura o el cine, por mencionar tan sólo un par de ejemplos, pueden dar cuenta de los complejos procesos que se invisibilizan y se difunden a través de las prácticas del día a día reforzadas mediante la creación de innumerables productos culturales. Es así que, partiendo de la experiencia fílmica previamente mencionada, saltaremos al terreno literario, con la recomendación de un novelista que nos delinea en sus personajes interesantes propuestas para el estudio de las masculinidades.
A manera de contexto, cabe señalar que en los estudios de género, el abordaje de las masculinidades se erige como una vertiente relativamente nueva o reciente, ya que, a comparación de los estudios sobre la mujer, los análisis sobre el papel del varón o la construcción de su deber ser social dieron un salto cualitativo y se consolidaron a finales de la década de los ochenta e inicios de los años noventa.
La pertinencia de este tema adquiere notoriedad cuando se reconoce en toda manifestación de la sexualidad un acto político, aun en las más naturalizadas, como los papeles que caracterizan tanto al varón como a la mujer social y culturalmente. Así se observa que no se restringen sólo al ámbito privado, pues también repercuten y van moldeando las dinámicas en la esfera pública.
Desde la literatura se han aportado valiosas contribuciones e interpretaciones sobre la representación y el reforzamiento del constructo social y cultural del varón en un determinado contexto. Es aquí donde me permito recomendar un autor quien me parece que proporciona interesantes perspectivas de la masculinidad en el actual contexto, resaltando una de sus obras en particular, la cual resulta sumamente enriquecedora en el tema que nos ocupa.
Por un lado, considero al escritor mexicano Enrique Serna una figura prolífica en representaciones polifacéticas de la masculinidad. Sus propuestas sobre la construcción social de varón se exponen contundentemente en novelas como La Sangre Erguida[2], donde tres personajes nos conducen por tres estereotipos de masculinidad claramente delimitados: el mártir romántico enamorado, el semental omnipotente y el misógino vengativo que recobra su honor. Éstos tienen la virtud de representar ambas caras de la desigualdad histórica y cultural entre hombres y mujeres: por un lado, beneficios como el prestigio, la independencia laboral o la apropiación de un discurso sentimental para usar a conveniencia de los varones; pero por otro lado, nos muestra esa faz, muchas veces oculta, de los riesgos emocionales y físicos a los que los varones se exponen en pos de mantener esa posición de privilegio. Depresión, crimen, manipulación y hasta daños a la integridad física, son tan sólo algunos de los posibles resultados en los que puede desembocar la asunción de una masculinidad encumbrada en un trono de espinas, hondamente patriarcal, sexista, genitalizada, carente de ética y autocrítica.
Situadas en dos diferentes contextos, La Sangre Erguida desde América Latina, así como El Club de la pelea en un escenario de la vida promedio estadounidense, nos ofrecen excelentes perspectivas de representaciones icónicas de la masculinidad en el corazón de nuestra actualidad. Nos permiten problematizar en torno a las prácticas llevadas al límite las y consecuencias del ejercicio del poder y los altos estándares que “deben” cubrir los varones en sus respectivas sociedades.
Asimismo, estas reflexiones en torno a la masculinidad, más que una mera derivación de los estudios de género, abre brechas que nos permiten visibilizar desigualdades de otra naturaleza, imperantes en el sistema y las dinámicas sociales. Ambas, obras catárticas que desbordan la identificación meramente masculina, son ejercicios críticos violentos de la condición humana misma.
[1] David Fincher, “Fight club” (El club de la pelea), Estados Unidos, 1999.
[2] Enrique Serna, La Sangre Erguida, México, Seix Barral, 2010.
Alumna de la generación 2010.
Tema de tesis: representaciones de la masculinidad en
"Trilogía sucia de la Habana" de Pedro Juan Gutiérrez.
Temas de interes: literatura erótica,"el periodo especial" cubano,
estereotipos de género
Otras actividades: miembro del Comité de Relaciones Académicas en
"Revista de Humanidades Populares", interés por la creación literaria,
tengo un cuento publicado en "Hysteria. Revista de Sexualidad y Cultura".