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Eduardo Elías Gómez

¿Qué hay en un nombre? Linneo y Alzate o la razón de la taxonomía


“Notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo” El idioma analítico de John Wilkins. J.L. Borges.

Un día asistí a una clase de historia de la biología. Recorrí desde el primer ímpetu moderno de aprehender el mundo natural con la razón hasta el momento contemporáneo en que resurge desde su interior, en forma de nuevas ciencias/disciplinas (epigenética, citología, paleontología,etc.), la multiplicidad de caras que exige su objeto de estudio: la vida.

Sabiendo mi origen académico (“latinoamericanista”), la profesora de aquella clase parecía sentir la necesidad de repetir en numerosas ocasiones que las nacionalidades europeas y estadounidenses de los personajes, descubrimientos y disciplinas de la biología eran una consecuencia lógica de los “exitosos” desarrollos de dichos estados-nación que habían creado las posibilidades materiales e intelectuales para el desenvolvimiento de actividades científicas; luego de ello venía el revés del argumento: el devenir de América Latina parecía flotar sobre el caos y la inestabilidad en todos los sentidos, sólo el siglo XX había ofrecido medianamente las condiciones más básicas para permitir el estudio y la investigación científicas. De ahí su justificación para la omisión del continente en el relato fundacional de la disciplina que estábamos estudiando.

No obstante ello, las intermitentes apariciones del continente en la historia de la biología, ya sea como escenario de investigaciones o bien como repositorio de información y especímenes, pueden decirnos algo distinto de la postura accesoria y subterránea que la labor científica en el continente tiene en la historiografía científica tradicional.

A finales del siglo XVIII, la Real y Pontificia Universidad de México inauguró la primera cátedra de botánica del continente. En ella sería introducido, como fundamento teórico-metodológico, un sistema de clasificación botánica propuesto en 1735 por el sueco Carl Linneo. No fueron pocas ni excepcionales las discusiones que rechazaban y cuestionaban dicho sistema. Una vertiente de las críticas se volcó a los criterios de clasificación y nomenclatura elegidos por el sueco: partiendo de una sexualización de las plantas, el número y características de sus estructuras reproductivas daban pie, según Linneo, al uso de vocablos griegos referidos a los genitales humanos para nombrar y describir los procesos de polinización. La erotización, decían los ilustrados botánicos, poco aporta al conocimiento necesario del reino vegetal.

En Nueva España una voz se alza y se une al rechazo a la propuesta de Linneo. José Antonio Alzate, naturalista e ilustrado novohispano, tampoco ve con buenos ojos la sexualización de las plantas; sin embargo, su rechazo trasciende la utilización o no de ciertas palabras. En las páginas de la Gaceta de literatura de México, publicación científica fundada por él, extiende los argumentos para su rechazo al sistema taxonómico de Linneo.

Si bien la propuesta de Linneo no fue la primera ni la última, la forma del sistema binomial (i.e. homo sapiens) para nombrar a distintas especies fue eventualmente aceptada; parecía contener en sí misma la abstracción necesaria para dar cuenta de la diversidad biológica de una manera razonada y sistemática. Dicha propuesta se oponía a la predecesora tradición de nombrar científicamente a los seres vivos a partir de su apariencia o de su función. Linneo buscaba homogeneizar en un solo “lenguaje” las distintas maneras de nombrar la naturaleza, es decir, otra cara de la universidad requerida para la práctica científica.

Dice Alzate en las páginas de la Gaceta… “¿De qué sirve haber formado o establecido un nuevo idioma, si por él no adquirimos los conocimientos relativos a las virtudes de las plantas, que es lo que nos interesa?” En ese mismo diario, no son pocas las páginas que aprovecha para hablar de la que juzga como incompatibilidad práctica para establecer el método de Linneo sobre la diversidad novohispana; los nopales y las bizganas, dice, al no presentar hojas individuales a diferencia de las demás plantas “comunes”, quedarían sin explicación; los distintos usos que pueden tener plantas “taxonómicamente” relacionadas (un cactus comestible y otro venenoso, o lo distintos tipos de agave, por ejemplo) desbordan el interés clasificatorio de tal sistema que pretende emparentar seres que en la práctica están más que distanciados.

La tradición científica novohispana era perfectamente identificable con las labores de Alzate en el siglo XVIII. La resolución de problemas prácticos y la comprensión de la diversidad biológica en relación con sus usos posibilidades eran los horizontes de toda actividad surgida de la razón que pretendiera tener un lugar en una sociedad como la novohispana. La fundación de la cátedra de botánica, la llegada del sistema de Linneo y a postura de Alzate coinciden con un acontecimiento concreto y elocuente del marco político y epistemológico del problema: la Real Expedición Botánica a Nueva España. El “reconquistar” los territorios americanos exigía algo más que reformas burocráticas y políticas sobre los la administración de las demarcaciones. Había que nombrar, ordenar y clasificar para poder dominar. Para Alzate, conocer significa entender y usar, no abstraer ni homogenizar.

La pulsión de crear un sistema de clasificación incuestionable, que superara la fragilidad de lo empírico y lo práctico, trascendió y cristalizó sobre “resistencias” y argumentos como los de Alzate. Al final, de él permanece la posibilidad de imaginar la creación de otro tipo de pensamiento que, todavía desde la razón, sea capaz de acercarse al conocimiento de la naturaleza en su entendimiento de ésta como entidad histórica y social.

La historia de la ciencia en América Latina es más que un relato de “imposiciones” y reinterpretaciones. ¿Será que lo endeble y laxo de la práctica científica actual del continente tenga alguna explicación en la falta de un autoconocimiento histórico de sus trayectorias, problemas, logros y limitaciones?

José Antonio Alzate Ramíres. Gacetas de literatura de México. Tomo I. Puebla. 1831. [versión en línea https://books.google.com.mx/books?id=Ps5pQHuxUhEC&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false]

Graciela Zamudio. “Linneo en México, la polémica sobre la sexualidad y la nomenclatura de las plantas” en Ciencias, Número 87, julio-septiembre 2007, págs. 64-69

Estudiante de la generación 2011

En proceso de titulación con un proyecto que pretende indagar la dimensión política de las representaciones cinematográficas en el cine documental cubano durante los primeros años del proceso revolucionario.

Otros temas de interés: historia del arte y las ideas estéticas en América Latina, intersecciones entre el texto literario y la forma cinematográfica, estudios de recepción y crítica artística.

Twitter @homodiscens


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