El vivir en un estado democrático moderno implica ciertas cláusulas no escritas de un contrato con el liberalismo demócrata-capitalista. La corrección política es una de ellas, es decir: hay que evitar el fundamentalismo religioso, el separatismo racial, el respeto a los derechos humanos etc. Pero recientemente, a causa de las crisis económicas y la relación insoportable del gran abanico de las posturas “de izquierda” han emergido las opciones de los neoconservadores o the radical right quienes han adoptado este apodo para encubrir una de las palabras que llegaron con el prohibicionismo democrático para evitar ser llamados fascistas.
Cualquier afán por abstenerse de usar una acusación de este tipo actualmente puede ser una carga que ninguna carrera democrática debería de sostener pero en las democracias europeas “maduras” están emanando aires fascistas los cuales han tenido el lugar más llamativo en el candidato republicano de la presidencia de EE.UU., la democracia más “desarrollada” de occidente: Donald Trump. Un empresario que ha afirmado que México está mandando gente a EE.UU. para re-agenciarse el territorio que fue cedido con posterioridad, en sus palabras: "Están enviando drogas, enviando crimen, son violadores, y asumo que algunos son buenas personas, pero hablo con los guardias fronterizos y nos dicen lo que estamos recibiendo”.
Estas condiciones de discurso son muy parecidas a las que en la década de 1930 en EE.UU. analizó Theodor W. Adorno (1903-1969) en su estudio titulado The psychological technique of Martin Luther Thomas’ radio addresses, en el que se refiere a un propagandista fascista estadounidense (como el título lo índica) de donde podríamos extraer el diagnostico que da Adorno, “la idea de fuerza y autoridad no es suficiente en sí misma para explicar los argumentos de un líder fascista. Sin duda la idea del débil que se vuelve fuerte si ellos reivindican su existencia en el ‘movimiento’, la ‘causa’, la ‘cruzada’ o lo que ello implique”; y al relacionarla con el caso concreto de un separatista de EE.UU. se puede, mutatis mutandis, entender la semejanza con un candidato de derecha (mal llamados republicanos en EE.UU.).
Pero cabría preguntarse ¿a qué segmento poblacional atañe la propensión fascista en EE.UU.? Para poder contestar esto apelaré al diagnóstico de Adorno el cual señala que “la clase media-baja con un trasfondo de fundamentalismo sectario, de corte religioso”.
Los planteamientos estrafalarios y controvertidos de los que Trump es autoridad para hacer no tendrían tanta importancia pero como, ya se mencionó, es un candidato a la presidencia de EE.UU. y tiene suma importancia para la política exterior y, sobre todo, lo que concierne a América Latina. Otra gran llamada de atención es que en unsondeo conjunto del diario The Washington Post y la televisora ABC colocó a Trump en la preferencia del 22 por ciento de los electores republicanos registrados para votar y quienes favorecen este partido, muy por encima del 13 por ciento para el gobernador de Wisconsin, Scott Walker, […] El respaldo a favor del millonario de bienes raíces significó un incremento seis veces por arriba del apoyo de apenas 4.0 por ciento que registró en una encuesta en mayo pasado, donde Walker apareció empatado a la cabeza con 11 por ciento al lado del senador por Kentucky, Rand Paul.
Esto es sumamente alarmante, no por los comentarios en contra de México (y no estoy abogando por un nacionalismo trasnochado) sino porque el fascismo es una enfermedad que se está considerando como un mal menor en la democracia liberal burguesa que vive EE.UU. pero no hay que olvidar que algunos de los peores lideres fascistas han sido elegidos por una “votación democrática”.
Alumno de la generación 2015 del Colegio de Estudios Latinoamericanos.
Líneas de investigación:
Filosofía: en especial la recepción de la Filosofía alemana en Latinoamerica.
Sociología: los procesos civilizatorios a partir de la contraposición de Europa y América Latina.
Urbanismo: las configuraciones de las ciudades a partir de las influencias culturales en América Latina.