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Linda Acosta

Desde el retrovisor de la emancipación: el ombligo de la luna* .


¿Qué es la Independencia de México? Es posible que esta pregunta no haya sido respondida del mismo modo ni hace más de doscientos años, ni sea respondida con la misma pasión hoy en día, tampoco imagino la misma respuesta por el abanico heterogéneo de los protagonistas que coincidieron en Dolores (Guanajuato, México), entonces ciudad del Virreinato español, a través de una serie de revueltas que tuvieron su clímax en 1810. Seguramente sigue siendo una reflexión abierta desde Cherán hasta Ciudad Juárez y desde las aulas de un posgrado en Ciudad de México, como lo es del otro lado del muro o del río Bravo entre los miles de migrantes, eso espero, de verdad que siga siendo una reflexión.

Desde un punto de consenso histórico, la independencia de México está ligada a la invasión de José Bonaparte a la Península Ibérica, una invasión en el contexto del imperio napoleónico que llevaría a las cortes de la madre patria a buscar alianzas del otro lado del Atlántico, sobre todo y no sólo en la iglesia católica. Aquél grito de apoyo a la corona española, que posiblemente hoy sería más que cuestionado, rezaba a grandes rasgos: "¡Viva nuestra madre santísima de Guadalupe!, ¡viva Fernando VII y muera el mal gobierno!”.

Posiblemente para muchos mexicanos sea desconocido que el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla tuvo a bien continuar su comprometida labor con la mayoría de los insurrectos, en diciembre del mismo año del grito, con el apoyo a la abolición de la esclavitud en México. Sin duda este pasaje es una de las consecuencias más relevantes para lo que puede dar significación a la llamada “independencia mexicana”. Es este un eslabón importante para poder dar sentido a lo que sucedería en el primer decenio del siglo XIX, y que sigue siendo a nuestros días motivo de debate, es decir, si entendemos la independencia como reconocimiento de la dignidad de los pueblos, los indígenas siguen siendo vanguardia en consecuencia de aquellos pueblos que se oponen a la construcción de proyectos que envenenan ríos o bosques, la soberanía de la llamada Nación. Los pueblos originarios siguen siendo en el modo de prestar atención a su autodeterminación como modo de ser, y no sólo como símbolo, los protagonistas de una construcción social justa e inclusiva.

El profesor Luis Villoro ha reflexionado en distintas ocasiones sobre lo que “ha sucedido en México desde 1824, donde fue el pueblo mestizo y criollo el que promulgo una Constitución, mediante representantes, desde luego, y los demás pueblos aceptan, unos de buena gana y otros con resistencia amplia”; Constitución confeccionada a medida de los poderes, que desde entonces no está separada de toda celebración nacional. El festejo: una complicidad, quizá sobreestimada, que sigue dándose en el tiempo, posiblemente, una situación poco pensada, donde casi nadie se detiene ante un tequila o mezcal a preguntarse si la independencia con la qué se nos inculco religiosamente desde el colegio básico hace parte de nuestra ignorancia o nuestro deseo. Si se trata de un dogma donde paladines han luchado contra villanos a favor de nuestra idea de Estado-Nación, o de poderes contra poderes en el contexto de la colonia, la cual tenía como trasfondo la expoliación, la explotación y la enajenación hacia la mayoría de la población, como lo es de otro modo hoy día.

Reflexionemos, quizá entenderemos que el anexar “viva México”, al original grito de Dolores es parte del elaborado guión, donde la forma se come el fondo escribiendo la historia hacia una espiral compleja que Octavio Paz llamará «La Grandeza Mexicana» que describe como “la de un sol inmóvil, mediodía prematuro que ya nada tiene que conquistar sino su descomposición”. En el mejor de los casos México sigue siendo un trozo de este planeta, que con marca propia se expresa al exterior, revolviendo en el pasado su búsqueda de identidad, mientras se debate entre sus entrañas lo que sigue sin ser: la utopía de quienes siempre le habitaron, de los que llegaron y son parte indisoluble, además, de los que buscarán en un futuro próximo un refugio, un puente o su morada.

* De las distintas teorías, una de las más populares confiere al nombre de México un origen Náhuatl, como composición de las palabras: metztli (Luna), xictli (ombligo) y co (lugar).

Bibliografía.

GUTIERRÉZ, Antonio (2008), El i nicio de la independencia en México, el cura Hidalgo, Araucaria, nº 19, Documentos. Disponible [en línea, consultado (13 de septiembre de 2015)]: http://digital.csic.es/bitstream/10261/26330/1/CuraHidalgo.pdf

HERREJÓN, Carlos (2012), La abolición de la esclavitud en Miguel Hidalgo, Letras Históricas, nº 5, CUCSH-UDG, pp. 39-52. Disponible [en línea, consultado (14 de septiembre de 2015)]: http://www.publicaciones.cucsh.udg.mx/pperiod/Lhistoricas/pdfs/vol5/2.pdf

PAZ, Octavio (2007), El laberinto de la Soledad, 13va. edición, Madrid, España: Cátedra-Grupo Anaya, 578 Págs.

VILLORO, Luis (2002), El Estado-Nación y las Autonomías Indígenas, en Constitución y Derechos Indígenas, Jorge A. González Galván (Coord.), México, Distrito Federal: IIJ-UNAM, 231-239 pp. Disponible [en línea, consultado (14 de septiembre de 2015)]: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/278/16.pdf

Doctoranda en Ciencias Sociales,

línea de investigación: estudios latinoamericanos, Universidad de Salamanca. Máster en relaciones Internacionales Iberoamericanas, Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Socióloga, Universidad Autónoma Metropolitana (Xochimilco).


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