Mientras en América Latina y el Caribe (ALC) la plurinacionalidad abre fuegos cruzados entre los intereses políticos y económicos, es decir, cuando se niega el reconocimiento de la diversidad (afrodescendientes, indígenas, mestizos… todos humanos) por parte de los poderes dominantes en beneficio de los derechos específicos, el mundo nos demuestra una vez más que la diversidad es un hecho innegable. Que el planeta es redondo. Y que nuestros orígenes se han mezclado y en algunos casos se han mantenido intactos, es así, tal cual, la historia de la humanidad que siempre ha buscado mejorar su existencia: con nativos y viajeros (llamados migrantes). Quienes se quedan lo hacen salvaguardando el hábitat y reconquistando lazos comunes. Quienes se marchan no siempre lo hacen por aventura; en muchos casos es para salvaguardar la vida, no sólo biológica o física.
Los refugiados sirios llegados al nuevo continente se han encontrado con los problemas reales que vive la gran mayoría de habitantes latinoamericanos: exclusión, pobreza, falta de oportunidades. La denuncia llegó desde Uruguay, donde familias numerosas venidas del conflicto sirio comentaron que con el salario mínimo “no les alcanza para vivir”.[1] Una realidad que es compartida de manera crónica por 130 millones de habitantes en el continente según datos del Banco Mundial (2014).[2] Han puesto en el centro la dignidad, en donde otros han leído “oportunismo”.
Negar la diversidad y sostener la pobreza son dos caras de la misma moneda. Negar la diversidad significa entre otras cosas que todos debemos ser tratados por igual; parece casi una obviedad simpática, pero en el fondo no lo es. ¿Cómo se puede tratar por igual a culturas que han sido excluidas durante siglos de la educación, de la política y de la interpretación de su propio desarrollo? La economía actual, del mercado neoliberal, como bien sabemos abarata la mano de obra y fuerza a la competitividad que se traduce en explotación de las personas y de los recursos. A ello hay que sumar el crítico impacto social y ambiental. Ésta situación genera conflictos que, a pesar de tener carácter local, son comunes en la contemporaneidad: en la globalización cada pueblo experimenta la voracidad del sistema.
Los lamentables hechos en Paris, con la serie de atentados y explosiones, han alertado a la población mundial, dividiendo opiniones, mezclando situaciones y generando solidaridad con las víctimas, así como repulsa a la violencia terrorista. Nuevamente desde ALC cientos de voces e imágenes en las redes sociales se manifestaron en solidaridad con el país francófono; desde los mandatarios de todos los colores de Dilma a Peña Nieto, hasta los espontáneos y activistas. Sin embargo, la alerta a sufrir atentados en cada territorio nacional ha dejado en un segundo plano la huida de los refugiados. ¿Qué sigue: inversión en guerra o en mejorar condiciones de vida? ¿Qué discurso tomarán nuestros políticos? ¿Qué posición tomaremos cada uno con los días que vienen? ¿Cuál es la lente que usamos para decidir qué es ser solidario con los que se quedan, con los que llegan y los que se van?
La interculturalidad es una apuesta que surge en los debates de ALC, por su peculiar diversidad. Es algo que debemos construir entre todos, pues no existe una receta para vivir de manera intercultural. Aprender a dialogar, a dar lo mejor de uno, a escuchar y dejar de lado aquello que no nos motiva a mejorar es parte de la interculturalidad, como aquello que aún no existe puede ser el puente a una nueva comprensión del ser humano, de la convivencia compleja en la contemporaneidad.[3] También es posible que la plurinacionalidad, en el contexto estatal, sea un complemento acorde a los anhelos del reconocimiento a la diversidad; como lo puede ser la múltiple nacionalidad en un contexto internacional.
¿Por dónde apostar en un contexto de preguerra? Desde la solidaridad de los de abajo, desde la construcción e imaginación de nuevas formas de vida comunitaria. Desde donde siempre: desde la gente, los pueblos y la lucha por los reconocimientos a sus derechos, tanto de los que se quedan como de los que llegan o se van. En definitiva, de los nativos y viajeros del planeta. Vienen días difíciles. Más aún, si cabe la expresión, días en que escucharemos frases negativas y justificando bandos. La interculturalidad no apuesta por vencedores y vencidos, y eso requiere de mucho esfuerzo. Es una invitación a reflexionar el cómo de nuestras posturas en esto tan grande y complejo que algunos llaman pachamama, pero sobre todo en esto otro que nos pertenece a todos: la humanidad.
[1] Ignacio Reyes (8 de septiembre de 2015), “Los refugiados sirios que se quieren ir de Uruguay: ‘Nuestro futuro aquí es muy negro’”., BBC Mundo. Disponible en línea [consultado el 4 de septiembre de 2015 en http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/09/150908_refugiados_sirios_uruguay_irm
[2] http://www.bancomundial.org/es/region/lac/overview
[3] Catherine Walsh, “Interculturalidad, plurinacionalidad y decolonialidad: las insurgencias político-epistémicas de refundar el Estado", en Tabula Rasa, Bogotá: Colombia, (9):131-152, Julio-Diciembre 2008. Disponible [en línea, consultado (12 de noviembre de 2015)]: http://www.revistatabularasa.org/numero-9/08walsh.pdf
Doctoranda en Ciencias Sociales,
línea de investigación: estudios latinoamericanos, Universidad de Salamanca. Máster en relaciones Internacionales Iberoamericanas, Universidad Rey Juan Carlos (Madrid). Socióloga, Universidad Autónoma Metropolitana (Xochimilco).