Las diversas manifestaciones de arte urbano o street art hacen parte característica de muchas ciudades del mundo. El muralismo, los esténciles, grafitis y demás expresiones son fácilmente identificables por las calles de los barrios o vías principales de nuestras ciudades, e incluso, en algunos elementos del equipamiento urbano. Sin embargo, pocas veces se suele preguntar por el trasfondo de este tipo de expresiones artísticas, las influencias y los alcances que tiene como una forma de apropiación del espacio en la ciudad. En esta columna hablaré brevemente sobre al arte gráfico urbano como una apuesta estética y como una manifestación política y contestataria; mencionaré las principales objeciones que existen en torno a esto y, finalmente, de cuáles son sus potencialidades en términos de apropiación del espacio en la ciudad.
Primero, el arte urbano se abre paso como una apuesta estética en torno a cómo el color, las imágenes, los diversos trazos y las miles de formas que se plasman sobre las superficies, logran otorgar un nuevo sentido al espacio en cuanto al embellecimiento del mismo. La intervención artística en la ciudad hace que se den nuevas configuraciones en el tejido social que habita un lugar, permite modificar sus dinámicas e incluso revitalizar sus lugares. Por ejemplo, en la Ciudad de Bogotá la alcaldía promovió una serie de intervenciones artísticas en uno de los lugares del centro de la ciudad caracterizado por su inseguridad, y a partir de diferentes obras se logró hacer de este un lugar más atractivo para las personas reduciendo su percepción de inseguridad, y con ello, la inseguridad misma; todo a través del arte.
Obra realizada
Proyección de la intervención
Segundo, al arte urbano es una apuesta política y contestataria porque logra hacer de la ciudad y sus superficies lienzos sobre los cuáles es posible plasmar denuncias, lanzar críticas e, incluso, desafiar los cánones estéticos de la sociedad "bienpensada". Por un lado, la intención comunicativa marca un precedente político, pues los mensajes que se lanzan tienen que ver, en muchos casos, con respuestas, por ejemplo, a la corrupción de los gobiernos o denuncias de injusticias; Bansky es muestra de ello. Por otro lado, la actitud y disposición del artista al momento de intervenir algún lugar en el cual está prohibido pintar –sin mayor justificación– marca otro precedente político, en tanto el hecho transgresivo es una misma respuesta a cierta censura en la expresión artística, teniendo presente que una intervención artística puede promover consecuencias positivas en los espacios urbanos.
Algunas de las más frecuentes reacciones que se pueden encontrar en oposición a las intervenciones artísticas en la ciudad son, entre otras, que pueden hacer de los lugares focos de delincuencia, generar contaminación visual y convertirse en sinónimo de vandalismo. Frente a lo primero, muy al estilo de la teoría de la ventana rota, se cree que intervenir un espacio puede hacer que este mismo atraiga "vándalos" o más personas que "ensucien" las "impolutas" calles de la ciudad. Frente a la contaminación visual, es preciso tener en cuenta que se trata de obras de arte, intervenciones planificadas y en espacios particulares que no dan lugar a una sobrecarga, por decirlo de alguna manera, del lugar sobre el cuál se pinta. Por último, en cuanto al ser sinónimo de vandalismo, es común que se tienda a asociar a esa connotación; sin embargo, esto responde en mayor medida a un prejuicio generalizado que relaciona a los artistas con delincuentes que lo único que hacen es violar las normas asépticas del paisaje urbano, cuando en realidad se trata de una posibilidad de mejoramiento del mismo.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, el arte urbano como una apuesta estética, de embellecimiento de la ciudad y como una manifestación política, es posible inferir lo siguiente: las intervenciones artísticas urbanas promueven la apropiación del espacio en la ciudad, ya que otorgan nuevos sentidos a los lugares, promueven nuevas dinámicas sociales. Por lo que el arte urbano se constituye como una herramienta comunicativa y de revitalización de la ciudad. La articulación de todos estos elementos da lugar al hecho de entender el arte urbano como una posibilidad de vivir y apropiar la ciudad, de hacerla un escenario atractivo y que permite marcar nuevas rutas para habitarla.
Finalmente, es necesario mencionar que varias ciudades de América Latina han avanzado en términos de desestigmatizar estas prácticas artísticas, pues se está reconociendo la potencialidad de hacer de esta herramienta otra posibilidad para construir una nueva cultura ciudadana, otra forma de concebir el espacio público y de darle vida a la ciudad.[1]
[1] Ver caso de Bogotá: http://www.las2orillas.co/la-bogota-se-construye-con-arte-urbano/
http://www.elespectador.com/noticias/bogota/un-museo-de-arte-urbano-cielo-abierto-articulo-553089
Estudiante VIII semestre Licenciatura en educación básica con énfasis en Ciencias Sociales. Línea de investigación didáctica del medio urbano.
Grupo de investigación Geopaideia. Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.
Twitter: @Cristian24Parra