El día 03 de agosto del año en curso se publicó en distintos medios una noticia que alegró a bastantes personas veganas: se ha abierto en Córdoba, Argentina, el primer supermercado vegano de América Latina. Dos evidencias me llamaron especialmente la atención: 1. El discurso que ronda la noticia resalta las bondades de llevar una alimentación basada en ingredientes de origen vegetal, y 2. No conocí ningún comentario que intentara aclarar los sustentos del veganismo que trascienden la cuestión dietaria. En este escrito postularé el animalismo, y específicamente el veganismo como movimiento social, trascendiendo así la banalización de la que fue objeto en los medios que publicaron la noticia.
El animalismo es un movimiento social. Específicamente, es uno de los denominados Nuevos
Movimientos Sociales, y como todos, comparte una característica fundamental que es la gran diversidad de la que se compone. Efectivamente, hablar en abstracto de un movimiento invita a imaginar los nexos que le agrupan, pero atreverse a realizar una distinción marcada entre unos y otros es arbitraria, puesto que esas fronteras implican la eliminación de la diversidad. Además, la distinción básica entre abolicionistas (su objetivo es acabar con la esclavitud animal) y bienestaristas (buscan la reducción del sufrimiento y cuestionan cómo se desarrolla la relación de dominación, más no la relación de dominación en sí misma) me resulta insuficiente, porque hay colectividades que toman elementos de una y otra corriente, separando el objetivo de la estrategia.
Como ha de suponerse, el veganismo que hace parte del movimiento animalista como una de las corrientes más importantes y más abarcadora, viene fortaleciéndose en América Latina, siguiendo el mismo impulso que el animalismo más amplio ha sufrido en las últimas décadas. Considero que, a pesar de la diversidad de enfoques dentro del veganismo, puede reconocerse un objetivo en común que es la abolición de la esclavitud animal. La diferencia entre unas propuestas y otras radica en los medios transitados y utilizados para conseguir ese fin. Entre esa diversidad de propuestas, una de las más bullosas es la que defiende que el medio más adecuado es la apertura de mercados “cruelty free”, y que eso garantizará que, por las facilidades en el consumo, más personas decidan dejar de participar de la explotación animal. Hacia esa propuesta enfoco la crítica.
Primero, quiero aclarar que mi objetivo no es presentar la crítica como una verdad absoluta, sino que lo expuesto es una invitación a la reflexión y el cuestionamiento, del cual también mis propuestas se nutren. Aclarado esto, afirmo que, si bien pienso que en términos estratégicos la apertura de un mercado vegano puede ser pragmático, lo considero insuficiente y riesgoso en el contexto en el que nos encontramos. Me refiero específicamente al sostenimiento y reproducción de ciertos imaginarios y la ausencia de un compromiso que trascienda las decisiones individuales, por lo tanto, el peligro de que en el camino se pierda lo esencial: la lucha por los demás animales.
Imaginarios: No es secreto que el veganismo en América Latina es relacionado, por muchas personas, con las clases sociales media y alta, siendo por lo tanto definido como un “estilo de vida” que sólo pueden apropiar ciertos estratos sociales. ¿Es el veganismo una opción de consumo, o es una apuesta de transformación de las relaciones que entablamos con los demás animales? Enfocarnos en el consumo implica sostener el imaginario presentado, despolitizando completamente los objetivos que se centran en la negación de la esclavitud animal.
Ausencia de compromiso como movimiento: El individualismo proclamado por la burguesía ha sido fundamental para desestabilizar el trabajo colectivo. Sin ser conscientes, el discurso vegano a veces cae en el error de incentivar cambios en la vida individual, pensando que la suma de esos individuos resultará benéfica para los demás animales; sin embargo, la esclavitud humana no se abolió porque individuos ajenos decidieron dejar de tener esclavos. Fue necesaria la organización colectiva y las disputas políticas, es decir, la conformación de un movimiento que agrupara propuestas y tensionara la realidad. Así ha sucedido con todas las apuestas de transformación que han existido a lo largo de la historia.
Por lo anterior dicho, concluyo que, la apertura de mercados no debe ser nuestro enfoque. Es más importante la organización social que busque alianzas con los demás movimientos sociales, y aspire a la transformación de lo que viven los animales no humanos. Pienso que si bien un mercado “libre de crueldad” presenta facilidades para las personas veganas -desde esa perspectiva el argumento utilizado por quienes lo defienden es válido-, no representa una transformación en la realidad que viven los demás animales. Es necesaria la organización colectiva centrada en lo ético-político de la cuestión, así que, el enfoque debe ser actuar como movimiento social, y no como emprendedores capitalistas.
Universidad Pedagógica Nacional, Licenciatura en Ciencias Sociales, décimo semestre.
Línea de investigación: Formación Política y Memoria Histórica, en torno a problemas relacionados con los estudios de género y los estudios críticos animales.
Activista en Veganos Unidos.
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