Para el observador externo resulta difícil comprender por qué cuando el proceso de paz en Colombia parece acercarse a su final, cuando parece que sólo es necesario que la sociedad civil ratifique los acuerdos firmados el pasado 21 de junio por el gobierno colombiano y las FARC-EP, la sociedad colombiana se encuentra fuertemente dividida y hay una fuerte corriente de opinión que votará por el “No” en el plebiscito que se llevará a cabo próximamente ¿A qué se debe esto?
Parece ser que el punto álgido de la discusión está relacionado directamente con el tema sobre la justicia. Un sector importante de la sociedad colombiana, cada vez mayor, tiene la sensación de que los acuerdos de paz implican impunidad ante los crímenes que cometió la guerrilla colombiana. De hecho, esta es la idea-fuerza del discurso de Álvaro Uribe Vélez, principal opositor al proceso de paz, quien no deja de reforzar la idea de que son unos acuerdos de paz en los que el gobierno está capitulando ante la guerrilla, quien se incorporaría a la vida política nacional sin haber pagado por sus crímenes.
Evidentemente es una visión simplista y maniquea (como todo el discurso de Uribe) que bien podría contra argumentarse de múltiples formas —señalando por ejemplo, que la “amnistía” también está aplicando para los crímenes del gobierno colombiano y los paramilitares. Sin embargo, este discurso ha tenido eco en la sociedad colombiana y ha acrecentado el rechazo a los acuerdos de paz.
Ciertamente el tema de justicia fue quizás el más ríspido y difícil en las negociaciones entre las FARC-EP y el gobierno colombiano. Al final se acordó un modelo de justicia transicional, es decir, un sistema de excepcionalidad jurídica en la que ciertos actos que normalmente serían sancionados por la ley serán perdonados, otros tendrán penas menores, y finalmente hay crímenes que se regirán por la legislación normal. En teoría, este sistema de justicia transicional será aplicado a las FARC-EP, al gobierno colombiano y al ejército.
Sacrificar la justicia en beneficio de la paz, parece ser la fórmula. Una fórmula parecida
a otras que se han aplicado en América Latina, me recuerda especialmente a la que se aplicó en las llamadas transiciones a la democracia, particularmente en los casos de Argentina, Chile, Brasil y Guatemala. En ese momento la fórmula fue: sacrificar la justicia en beneficio de la democracia. En los casos de los países mencionados los militares aceptaron dejar el poder con la condición de garantizar que no se les juzgara por los crímenes que se cometieron en sus gobiernos, y así sucedió.
En esos casos, los gobiernos civiles posteriores a los militares se enfrentaron a la tarea de garantizar la impunidad al gobierno anterior y al mismo tiempo generar una opinión positiva sobre el proceso democrático. Para ello implantaron un discurso de olvido y perdón: se difundía la idea de que había que dejar atrás el pasado tormentoso, mirar al futuro y sanar heridas que el proceso anterior había dejado a través de valores como el perdón. Argentina fue el caso más representativo de este discurso.
Cabe esperar que si triunfa el “Sí” en el próximo plebiscito en Colombia el discurso oficialista vaya en este sentido. Claro, eso si el discurso de guerra y odio de Uribe no gana. De cualquier forma le corresponderá a la sociedad civil y a los movimientos sociales dar continuidad a los procesos de justicia, ya que los actores que protagonizan el acuerdo de paz ya acordaron su método de justicia. Al menos los casos del Cono Sur y la experiencia guatemalteca muestran que se puede obtener justicia a través de estos medios.
Sin embargo, el caso colombiano presenta una particularidad que hace todavía más complicada la situación. Me refiero a la situación de que los actores que pactaron el sistema de justicia transicional seguirán activos, a diferencia de los militares o los dictadores que se retiraron o se exiliaron, apartándose de la vida política nacional, en el caso colombiano, guerrilla y gobierno seguirán conviviendo aunque bajo reglas diferentes. Esto hará que el tema de la justicia sea recurrente y sea un reclamo constante por parte de la sociedad civil o entre los propios sectores políticos.
Estudiante de la generación 2012, Colegio de Estudios Latinoamericanos
Temas de interés: medios de comunicación, idelogía, industrias culturales, relación política-cultura, historia contemporánea de Venezuela y Colombia.
@Mauriprado93