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Javier Alejandro Macías Roa

Los intelectuales y la Herencia Hispana en Estados Unidos


En Estados Unidos se suele celebrar el Mes de la Herencia Hispana (en inglés: Hispanic Heritage Month) desde el 15 de septiembre hasta el 15 de octubre. Este mes incluye las celebraciones de las independencias de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica (el 15 de septiembre), de México (16 de septiembre), y Chile (18 de septiembre) y el 12 de octubre (conmemorando la llegada de los primeros europeos, con apoyo financiero de la Corona española, a tierras americanas, con lo que se inició el proceso de conquista, colonización y mezcla de indígenas, europeos y africanos).

Los usuarios de varias plataformas (Twitter, Tumblr, Facebook, etcétera) dieron a conocer sus impresiones personales y sus muy particulares maneras de reivindicar la identidad hispanoamericana presente en sus vidas.

Al explorar este mundo de expresiones de una colectividad cada vez más numerosa y relevante en varios ámbitos de la vida norteamericana, me dio la extraña impresión de que, entre tantos textos e imágenes, no había un intento de conectar con la faceta intelectual de la experiencia hispanoamericana en Hispanoamérica. Es decir, no noté un esfuerzo por reconocer el trabajo para pensar a Hispanoamérica llevado a cabo por las figuras que gozan de reconocimiento en la región.

Tardé poco en darme cuenta que hay, por lo menos, tres buenas razones por las que esto ocurre.

La primera: la mayoría de las veces, los inmigrantes hispanoamericanos que llegan a Estados Unidos son sujetos que, antes de salir de su país de origen, enfrentan la exclusión en un entorno social que no les es favorable. Si acaso se les educa en los países de origen, es para seguir órdenes. Es imposible (o casi imposible) decir que están al tanto de las discusiones intelectuales y que las disfrutan recordando las peculiaridades de tal o cual personaje que haya triunfado en el ámbito de esas discusiones.

La segunda: la mayoría de las veces, al llegar a Estados Unidos, encuentran ámbitos en los que especialistas integrados a una tradición anglosajona se esfuerzan por difundir aportaciones de personajes bien conocidos de dicha tradición (ejemplo: las historias de animales de Rudyard Kipling son más conocidas que las de Horacio Quiroga). La vida intelectual en Estados Unidos está bien homogenizada: desde la educación elemental hasta las universidades se habla inglés, con todo lo que eso implica.

Tercera (y ésta, si bien es evidente, me costó trabajo entenderla y aceptarla): la experiencia hispanoamericana en Estados Unidos obedece a reglas distintas a la experiencia hispanoamericana en Hispanoamérica. Hay un universo de situaciones que cambian, empezando por el hecho, aparentemente simple, de ser minoría. Hay nuevas circunstancias que originan nuevos sentimientos que se expresan en nuevos comportamientos.

Las preocupaciones que orillan al sujeto a pensar y pensarse, escribir y escribirse, no son las mismas en Ciudad de México que en Nueva York (como tampoco son las mismas en Ciudad de México que en Bogotá; o en localidades de sólo algunos miles de habitantes en Chiapas, e incluso de estos detalles algunos individuos mexicanos e hispanoamericanos no se han querido percatar).

En conclusión, hay un universo de posibilidades para construir formas de pensar y de expresarse en el mundo de los hispanoamericanos (tanto en el Sur como en el Norte del Río Bravo). Si queremos ser mejores hispanoamericanos, debemos estar dispuestos a entender las circunstancias que originan los distintos ejemplos que conforman esa variedad.

Estudiante del Colegio de Estudios Latinoamericanos

Temas de interés: diversidad cultural y cultura popular en América Latina y América del Norte.

Correo electrónico: javier.peculiar.comala@gmail.com


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