La publicación del Modelo Educativo 2017, presentado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), trajo al contexto nacional ciertos debates que surgieron en el espacio internacional, entre los cuales se encuentran: los nuevos esquemas de gobernanza educativa; la importancia de reformar el currículum de forma ad hoc al mundo contemporáneo; y la educación para la ciudadanía y el muticulturalismo. Dichos debates son mencionados, desde un enfoque global, como elementos importantes para aplicarse dentro de la propuesta educativa del gobierno federal.
En el contexto actual de la reforma educativa, el problema de la diversidad cultural en nuestro país es abordado de manera muy somera en los documentos oficiales; menciones mucho más retóricas que programáticas y eufemísticas que descriptivas. En la página 154 del documento Modelo Educativo para la educación obligatoria, subtitulado “Educar para la libertad y la creatividad”, se lee:
[...] uno de los principales objetivos del planteamiento curricular es que los estudiantes aprendan a convivir, trabajar y relacionarse en grupos multiculturales, bilingües, plurilingües, de contextos económicos y lugares de origen distintos, es decir, que se formen en la interculturalidad y comprendan la diversidad como una fuente de enorme riqueza[1].
En el cuerpo del texto mencionado, podemos ver ciertas alusiones a la importancia de la colaboración y el conocimiento intercultural como parte del proceso educativo; no obstante, no están claras las estrategias con las cuales se llevarán a cabo tales planteamientos. En estricto sentido, es posible detectar un doble movimiento en la estrategia educativa actual del gobierno federal. Por un lado, una lógica inclusiva que permea todo el discurso que acompaña el proceso de reforma educativa; pero, por otro lado, se presentan ciertas prácticas profundamente excluyentes hacia los diversos grupos que conforman el abanico cultural de México. La retórica multicultural no es más que lo que se dice porque no se puede no decir.
La propuesta educativa actual –cimentada en preceptos educativos globales– toma en cuenta la diversidad como algo que, por estar ahí, debe de ser mencionado (y cómo no hacerlo, en un país donde el 21.5% de su población se considera indígena, mientras 6.5% habla alguna lengua originaria[2]). Es importante mencionar que, en las comunidades originarias rurales los discursos de reivindicación a la diferencia cultural en la educación son palabras vacías, pues no se toman en cuenta las condiciones materiales sobre las cuales se realiza la práctica pedagógica, con sus condicionamientos de pauperización y exclusión de servicios básicos de salud y educación.
La demagogia intercultural denota su más cruda instrumentalidad política al contrastar los discursos con el diseño y aplicación de la reforma:
Más allá de los discursos y el espectáculo con que la SEP ha vitoreado el modelo, por su alcance en materia intercultural, en sus propios documentos no se definen claramente las estrategias para llevar a cabo las consignas presentadas mediaticamente.
A pesar de que en la presente reforma se le atribuye al profesorado el papel central en el proceso de enseñanza-aprendizaje, no se explica cuál es la función del maestro o maestra en aquellas comunidades originarias azotadas por la miseria. Un profesor rural no circunscribe su práctica docente al aula, pues también es agricultor, psicólogo, activista, etc. Sin embargo, a través del modelo, se pretende evaluar de forma estandarizada, con pleno desconocimiento del contexto en el cual se desarrolla cotidianamente. En la práctica, al normalizar la evaluación docente, se niega cualquier intento por “reivindicar la diferencia”.
Ningún programa de gobierno puede llevarse a cabo sin recursos para financiarlos. Los recortes presupuestales anunciados al gasto federal, anunciados para el presente, año han provocado que el Consejo Nacional para el Fomento Educativo (CONAFE) anuncie “algunos ajustes”, que no son más que cierres de facto de escuelas comunitarias. Si les quitan las escuelas a los que encarnan la diversidad, ¿dónde queda su multiculturalismo?
La cultura de la dominación encarnada en un Estado autoritario está tomando parte en el debate educativo nacional, y a pesar de su retórica y de la utilización de ciertos elementos populares en sus discursos y “propósitos” en sus acciones es evidente un profundo desprecio por el México profundo que, a pesar de las vejaciones constantes, persiste. La reivindicación de las diferencias y el diálogo intercultural no vendrá de las clases dominantes, mucho menos en un país en el cual la triada etnia-género-clase es fundamental para la distribución de las distintas formas de capital. Por el contrario, la lucha por una educación ad hoc a las necesidades de las comunidades, debe ser realizada por las comunidades mismas y para ello, se requiere un magisterio combativo y una sociedad solidaria.
Notas
[1] Secretaría de Educación Pública, “Nuevo Modelo Educativo”, Disponible en: http://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/199494/Modelo_Educativo_para_la_Educacio_n_Obligatoria.pdf
[2] Consejo Nacional de Población, “Infografía población Indígena”, Disponible en: https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/121653/Infografia_INDI_FINAL_08082016.pdf
Estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública, FCPyS-UNAM
Líneas de investigación: Teoría Política Contemporánea, Empresarios y educación en México, Historia económica de América Latina.
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Cuenta de Twitter: @MaurroJarquin