No existe en la actualidad ningún presidente o jefe de Estado en el mundo que esté siendo más vilipendiado, calumniado, condenado, ni del que se haga mayor escarnio que el actual mandatario venezolano, Nicolás Maduro. Es impresionante, casi patológico el odio que se destila contra Maduro en las páginas y sitios web de los principales medios masivos e internacionales de comunicación de España, Estados Unidos, México y otros países, y en canales de youtube, señales abiertas o de cable de las principales televisoras afines al sistema dominante.
Maduro, al decir de esos medios, personifica todos los defectos que según ellos puede reunir un ser humano: Es un déspota, es tonto, no posee una oratoria brillante, se confunde al hablar en público, no es letrado, no detenta ningún título universitario (también podría decirse que no es millonario y tampoco goza de título de nobleza alguno), es gordo, luce un bigote demasiado ancho, demasiado tupido y, lo más reciente, está loco. Sí, así lo han informado muchos medios que se suponen son serios y verifican la información que publican. Según estos, Maduro ha dado muestra de locura pues ahora habla con las vacas, como antes también creyó escuchar o recibir un mensaje de un pajarito. Esa carga negativa es tan fuerte, tan intensa y tan constante, que no es de extrañar que algún despistado por ahí se sintiera animado a atentar físicamente contra el gobernante bolivariano.
Pero, veamos con detenimiento esas acusaciones, críticas y señalamientos y hagamos algunas comparaciones por ejemplo, con el jefe de gobierno del Estado Español, Mariano Rajoy; o bien con el presidente de la República Mexicana, Enrique Peña Nieto. Ambos gobernantes, que ostentan títulos universitarios, han cometido pifias iguales o mayores a las protagonizadas por el presidente Maduro y que han servido para hacer escarnio de él, pero estos reciben un tratamiento diferente por parte de los grandes medios masivos de comunicación.
Es memorable la anécdota protagonizada por el actual presidente mexicano cuando, siendo aún un aspirante más a primera magistratura de su país, titubeó penosamente sin lograr mencionar acertadamente tres libros que hubieran influido en su vida. También se conocen las múltiples ocasiones en las que ha confundido nombres de ciudades y estados de su país.
El gobernante español, Rajoy, tampoco se ha quedado muy atrás en fallos, torpezas y escándalos de corrupción. Para comenzar, su partido enfrenta un proceso judicial por haber financiado ilícitamente durante muchos años todas sus actividades, incluso hasta la de remodelar su principal sede, ubicada en Madrid (y ya no hablemos de los más de ochocientos cargos –ex ministros, diputados, concejales, secretarios locales– acusados de soborno, cohecho, prevaricación, malversación de fondos públicos entre otros cargos). La lista es larga. Pero bien, también se conocen los videos en los que el gobernante de los españoles no pareciera muy listo. Por ejemplo, en uno de ellos afirma que no se sabe por qué llueve. En otro, como si se tratara de alguna máxima sabia expresa que “un plato es un plato”, y que “los españoles son muy españoles y muchos españoles”. Y de antología es ese video en el que se hace bolas y arruga la cara mostrando no comprender por qué los catalanes no perderían la nacionalidad europea si esa comunidad autónoma decidiera independizarse del Estado Español.
Pero los medios más poderosos y de mayor circulación parecieran pasarle por alto esos tropezones. Con Maduro no ocurre igual. Por el contrario, parecieran que las equivocaciones del mandatario venezolano son magnificadas a más no poder y el escarnio es incansable.
Recordemos, por ejemplo, la anécdota en el que el presidente venezolano relató haber creído sentir, ante el revuelo de un pajarito, la presencia del espíritu del comandante Hugo Chávez, entonces recién fallecido. Es fácil explicarse una experiencia así si uno considera el duelo y la sensibilidad tan especial que alberga a todo doliente en los días inmediatos al fallecimiento de un ser querido. Pero el escarnio que se ha hecho de Maduro desde que relató esa anécdota aún no ha cesado. Ese sería uno de los primeros síntomas que habría mostrado de que está loco.
No obstante, si lo pensamos bien, el núcleo, la esencia, el eje central en el que se fundamenta una de los principales pilares de la civilización occidental y cristiana –vale decir, la fe religiosa del cristianismo– parte de una creencia similar, en la que también está involucrada un ave, especialmente para los católicos. Toda aquella persona que fue a clases de catecismo y posteriormente dio la primera comunión aprendió que una paloma descendió sobre María y así quedó embarazada de Jesús, el hijo de Dios, quien posteriormente habría sido crucificado para el perdón de los pecados de toda la humanidad. Pero hay de aquél que haga chistes o ponga en duda que una paloma embarazó una mujer. Los mismos que hoy se burlan de Maduro por creer que sintió el espíritu de Chávez al contemplar una avecilla, llamarían sacrílegos y condenarían al infierno a aquellos que pongan en duda o se burlen de los que creen que María concibió a Jesús después de haber recibido la visita de una paloma.
Afirmé al inicio de que el odio que muestran esos medios y quienes adversan a Maduro y todo el proceso bolivariano raya en lo patológico. En realidad no se trata de una realidad, sino de una estrategia. Es una estrategia que ya tiene largo recorrido y que ha sido aplicada contra todo aquel que se ha opuesto a los designios imperiales de los gobernantes estadounidenses: a inicios de siglo, el presidente nicaragüense, José Santos Zelaya, poco antes de ser derrocado fue acusado por el Departamento de Estado de cometer bárbaras torturas, de no comportarse según lo demandan “las naciones civilizadas”, de estrangular a la prensa. Para Estados Unidos, Sandino fue un bandolero. Jacobo Arbenz, el también derrocado presidente guatemalteco, representaba un gobierno extranjero y no era un legítimo gobernante de Guatemala. “Jacobo el rojo”, le llamaron. Con las acusaciones y epítetos utilizados contra Fidel Castro podría redactarse un grueso libro. Daniel Ortega fue el “little man” que miraba a través de la hoz y el martillo pintados en los gruesos cristales de sus anteojos. Para Estados Unidos, el sacerdote haitiano, Jean–Bertrand Aristide también fue un violador de los derechos humanos; y así podemos seguir enumerando. El comandante Hugo Chávez fue llamado drogadicto. Por eso no extraña que ahora a Maduro le llamen loco. Lo más extraño y lamentable es que medios considerados progresistas o de izquierda también se presten para repetir esas patrañas y que aún existan inocentes que las crean.
Guillermo Fernández Ampié, Doctor en Estudios Latinoamericanos, centroamericano de origen nicaragüense, es profesor de Asignatura en el Colegio de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparte el seminario de Historia Socioeconómica de América Central. Sus líneas de investigación se escinden en tres temas: historia e historiografía de Centroamérica, y la construcción de la historia y la memoria de las crisis revolucionarias acaecidas en el istmo centroamericano a finales del siglo XX, particularmente del proceso revolucionario sandinista.