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Stefany Cisneros

Melancolía: un encuentro inesperado con la multiplicidad de sus significantes


¿Alguna vez has ido solo(a) a algún museo? Aquí te hablaré de mi primera experiencia.

Caminaba por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México. Era uno de esos días en los que necesitaba comprensión sin palabras (probablemente tú entiendas a qué me refiero). Mis amigos harían mil preguntas, así que opté por caminar hasta encontrar un sitio que me refugiase de mi entorno, y del bochornoso calor que trae consigo el mes de mayo: ¡Pero qué calor hace en mayo!

Caminando sin rumbo fijo, fue así como di con la calle Tacuba. En otros tiempos (la época prehispánica) Tacuba fue la calzada Tlacopan, una de las cuatro calzadas que unían a la isla de México-Tenochtitlan con tierra firme. Esta calle ahora se caracteriza por estar repleta de radiantes edificaciones construidas en dos periodos importantes para la historia de México: la Colonia y el Porfiriato. Pues bien, fue precisamente en el periodo del Porfiriato cuando se construyó el Palacio de Comunicaciones, que ahora es el Museo Nacional de Arte (MUNAL), ubicado en la calle de Tacuba no. 8.

El MUNAL, justo lo que mi alma requería en ese momento.

Como ocurre cuando se llega al lugar indicado en el momento adecuado, me encontré con la exposición Melancolía. Después de recorrer cada sala se me quitó la sensación de soledad, pero ¿cómo pasó esto?

No puedo negar que al principio me sentía un poco incómoda (la mayoría de las personas no estamos acostumbradas a realizar actividades sin nuestros amigos(as) o algún/alguna conocido(a), entonces, cuando lo hacemos resulta una experiencia totalmente nueva), pero esa incomodidad desapareció cuando me di cuenta de que no era la única. Otras personas también habían ido solas (en su mayoría hombres), este hecho me hizo sentir parte de un cúmulo de soledades que se acompañan indirectamente. Aunado a esto, el personal del museo es sumamente amable y atento, no pude haberme sentido mejor con eso. Por lo tanto pude disfrutar sobremanera de mi entorno; de la gente y del arte.

La muestra Melancolía, está compuesta por aproximadamente 130 piezas de arte, divididas en cuatro núcleos temáticos: la pérdida del paraíso, la noche del alma, la sombra de la muerte y por último los hijos de Saturno.

Fig. 1 Félix Parra, Solos. Foto de la autora: Stefany Cisneros

Desde que entras a la primera sala (si eres de los(as) que leen las descripciones), encuentras una breve explicación del significado de la palabra melancolía. Parafraseando un poco, el cartel nos dice que dicha palabra significa “bilis negra”, la cual era una de los cuatro componentes que conformaban la fisiología humana según las teorías grecolatinas. Por otro lado, para el arte; melancolía se ha relacionado con el ingenio, el misterio, la locura, la contemplación y la inspiración del artista. Todo lo anterior es afín al concepto de melancolía, es por ello que tan bella palabra es de una complejidad inigualable. ¿Qué queremos dar a entender exactamente cuando decimos que estamos melancólicos?

En esta exposición puedes descubrir gráficamente la multiplicidad de significados que trae consigo esa palabra.

Por ejemplo, como sugiere el orden de los núcleos temáticos, en la parte de la pérdida del paraíso, se hace un breve recuento de la melancolía provocada por el dolor desde la visión cristiana: la expulsión de Adán y Eva del paraíso, el sufrimiento físico de Jesucristo por la salvación de los hombres, el dolor del padre al encontrar a Abel muerto, entre muchas otras escenas que te sumergen en el dolor, tanto de la visión cristiana como de los artistas que se empeñaron en reflejarlo obteniendo excelentes resultados.

Si bien no planeo hacer un recuento de todas las obras expuestas, me gustaría hacer énfasis en dos cuadros, pues me parecieron de belleza incalculable y sumamente conmovedora: La Cuna Vacía de Manuel Ocaranza (1841-1882) y Solos de Félix Parra (1845-1919). Muchas son las características que unen a estos pintores, además de ser contemporáneos: por una parte, los dos son mexicanos nacidos en el estado de Michoacán, por otra, ninguno tuvo el reconocimiento que merecían en su época. Sus obras, mayoritariamente forman parte de colecciones privadas, por lo tanto se necesita el permiso de los coleccionistas para ser expuestas.

En La Cuna Vacía (1871), se observa a una madre con mirada triste y perdida, como si pensara en “lo que pudo haber sido”. Con la mano derecha sostiene un pañuelo que le sirve para secar sus lágrimas mientras que con la otra toca una cuna vacía. Por lo anterior es posible inferir que la madre perdió a su hijo ¿cómo? Es difícil saberlo, tomando en cuenta que en el siglo XIX la tasa de mortalidad era alta. Aun así se puede tratar de entender el dolor de una madre que siente al perder a un hijo.

Fig. 2 Manuel Ocaranza, La Cuna vacía. Foto de la autora: Stefany Cisneros

En Solos (1898) es fácil intuir que se trata de otra madre y su hijo, parados al final de un camino que conduce a lo que parece ser un cementerio. Los alrededores son tristes, opacos, se aprecian árboles secos, también el pasto, un cielo blanco y sombrío. Este cuadro nos conduce a la pregunta: ¿qué hacían allí? O ¿qué los llevó a ese lugar? Es prudente que incluya aquí un pequeño poema de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, llamado Futuro: me dicen/tienes la vida por delante/pero yo miro/y no veo nada. Quizás el niño y la madre tampoco vieron algo.

La obra de Ocaranza, Parra y de los otros artistas expuesta en Melancolía, nos recuerda que las emociones y demás sensaciones son compartidas por todos, sin importar cuán diferentes sean nuestros contextos, y que al reunir un montón de sensaciones que están relacionadas y ponerles nombre, podemos volverlas equivalentemente universales, de forma tal que nos sintamos comprendidos por el otro y que a su vez el otro se sienta comprendido por nosotros. A eso podríamos llamarle empatía y quizás dedicarle otra exposición.

Pues bien, me despido. No sin antes recordarles que la muestra Melancolía estará hasta el 9 de julio, así que aprovechen y si pueden acudan solos, (aunque nunca está de más un hombro para recargar la cabeza en caso de que la exposición provoque demasiadas lágrimas).

Estudiante de licenciatura de Estudios Latinoamericanos

es parte del Taller de narrativa fantástica y poesía en el Centro

de Cultura José Martí, parte del equipo de la revista Horizontes.

Lineas de interés: literatura, arte e historia.

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