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Yasher de Jesús Figueroa Chagoya

Anaya, AMLO y el Déjà vu del desafuero


¿Se puede comparar la persecución política que está viviendo Ricardo Anaya con la que sufrió AMLO años atrás? Lo dudo.

Luego de las mal llamadas precampañas (debido a que nunca existieron precandidatos) vivimos una “pequeña tregua electoral” que no es más que el parteaguas de un bombardeo constante de spots, anuncios, ataques y debates que se presentaran en los próximos meses donde prácticamente el electorado mexicano no tendrá más opción que soportar.

Esto ha generado, desde hace unos años, un rechazo total por parte de un sector de la ciudadanía, la cual ha tomado como base la frase: “Todos los partidos son iguales” o en su defecto “todos los políticos son iguales”.

Esto nos lleva a la reflexión sobre los métodos en la política mexicana: guerra sucia, ataques, vídeos filtrados, casos de corrupción que se destapan a meses de la elección, todo esto muy propio del sistema. De esta forma, no es de sorprender que desde hace unos días el nombre de Ricardo Anaya acapare todos los titulares de los periódicos, la nota en los noticieros de mayor audiencia y sea uno de los temas más comentados dentro de las redes sociales.

¿Qué sucedió? Nada nuevo dentro de la política. Un político mexicano acusado por actos de corrupción y enriquecimiento. Lo anterior podría servir para darle validez a las frases del primer párrafo de esta columna “todos los políticos son iguales”. Lo curioso, dentro del caso particular del abanderado blanquiazul es que, tanto la PGR como un gran número de políticos han salido a los medios a exhibir, atacar y, en términos coloquiales, linchar mediáticamente al queretano.

Desde este punto, es clara la consigna dada por las altas esferas del poder; el PRI (gobierno) sabe, como en aquel 2006, que la carrera presidencial está terminada desde que empezó, que “Pepe Meade” simplemente no figura dentro de las encuestas y que la imagen del “candidato ciudadano” no es ni fue creída por nadie. Dentro de las maniobras que se están realizando, ante los ojos del electorado se entendería como una jugada desesperada por parte del Partido Revolucionario Institucional por “ganar” el segundo lugar. Así, esta guerra que en el papel tendría dos bandos (panistas y priístas) es mucho más profunda. Dentro de ella se involucran actores secundarios de otros partidos como el PRD y Movimiento Ciudadano, empresarios, periodistas e “intelectuales” quienes, según sea la situación apoyarán y emitirán su opinión.

Recientemente vídeos de Ricardo Anaya han sido filtrados y uno de los que más repercusión ha tenido fue el emitido por la propia PGR con el pretexto de “dar claridad” a un “caso emblemático” . Esto lejos de despejar las dudas sobre la actuación de la PGR sólo reafirma su papel de servidores del PRI y los intereses del partido. Es cuestionable su actuar cuando en casos similares no ha hecho nada como lo sucedido con Rosario Robles y el desvío de fondos, la complicidad de José Antonio Meade o el tan sonado Caso Odebrecht.

Queda claro que la PGR está haciendo el trabajo sucio y lejos de combatir la corrupción y el enriquecimiento ilícito por parte de Ricardo Anaya lo que busca es restarle puntos en la contienda para otorgarlos al candidato del partido oficial. Esto nos lleva a recordar lo que le ocurrió a Andrés Manuel López Obrador y el proceso de desafuero en su contra.

Filtración de vídeos, manipulación de medios, silencios oportunos por parte de intelectuales y ataques desmedidos se vivieron hace más de 12 años. En aquel tiempo, el gobierno encabezado por Vicente Fox (quien se cansó de declarar que evitaría a toda costa que el tabasqueño llegara a la presidencia) emprendió una guerra de declaraciones en contra del entonces Jefe de Gobierno. La constante persecución hacía AMLO desembocó por aquellos tiempos en una acusación formal por intentar abrir paso hacia un hospital ocupando un terreno. Esto sólo fue la punta de todo un proceso que acaparó la opinión pública y que no tenía otro objetivo que el de manchar la reputación de Andrés Manuel y por consecuencia lograr el desencanto del electorado.

Para sorpresa del Partido Acción Nacional (el partido en el poder) miles de personas acompañaron al candidato, mostrando su incondicional apoyo mediante marchas y consignas. El teatro organizado por el gobierno y la PGR sólo evidenció el temor que generaba la postulación de Obrador y su posible triunfo en las elecciones de 2006.

Hoy Ricardo Anaya vive en carne propia lo que el partido organizó y ejecutó entre 2004 y 2005: el uso de las instituciones gubernamentales para beneficio propio. Y eso se agudiza al quedar claro que Anaya está lejos de ser un político que pueda ser ajeno a la corrupción y al desvío de dinero; sus actos lo terminaron por hundir y el PRI lo supo aprovechar. Si México fuera un país donde los delitos perpetrados por políticos se persiguieran y castigaran, lo sucedido hasta ahora a nadie sorprendería. Pero son épocas de elecciones y el dinosaurio priista se niega a morir.

Citando al maestro Rafael Barajas “El Fisgón”: ¿Alguien duda que Meade usa a la PGR como cuarto de guerra sucia? ¿Alguien duda que Anaya debe explicar su riqueza? Este cochinero sólo anticipa lo sucia que va a ser la guerra contra AMLO.


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