La plaza estaba realmente llena, como en años anteriores. Se ha vuelto una tradición. Igual los principales accesos que daban a ella. Había muchas expectativas en cuanto al número de personas que asistirían este año. Se rumoraba que a consecuencia de la crisis política que estalló en abril del año pasado, la asistencia sería menor en esta ocasión. La oposición argumenta que el FSLN ya no cuenta con respaldo popular, o que tiene muy poco; que únicamente asistirían empleados estatales obligados por el temor a perder sus empleos, o jóvenes pagados “para hacer bulto”.
En las redes sociales muchos jóvenes que se dirigían a Managua para asistir a la importante ceremonia sandinista publicaron fotografías en las que esgrimían billetes de 200 córdobas (unos siete dólares estadounidenses), como una forma de burlarse de quienes aseguran que apoyan al gobierno y al FSLN porque reciben esa cantidad de dinero.
Caminé entre la multitud. Deseaba ver con mis propios ojos el ambiente y escuchar a las personas que asistirían y celebrarían un año más del triunfo del FSLN en 1979. ¿Qué vi? ¿Qué me llamó la atención? En primer lugar, los grupos familiares: madres, padres, hijos/as, muchas parejas de adultos con hijos y nietos, muchos jóvenes de ambos sexos caminando abrazados o tomados de la mano, una notable cantidad de adultos mayores. También, obviamente, muchas personas que hace cuarenta años eran adolescentes y participaron en las tareas de la revolución: alfabetización, defensa militar del país, jornadas populares de vacunación. Algunos exhibían sus viejas insignias. Seguramente también había muchos empleados del Estado que llegaron por temor a perder su empleo si apoyan al gobierno. En un país con una institucionalidad tan débil y una economía tan precaria, es comprensible que exista tal temor.
Notable también que la inmensa mayoría de los asistentes eran de origen popular, de los que tienen menos recursos económicos y menos posibilidades reales de ascender socialmente. Por lo menos así lo evidenciaban sus vestuarios, su piel tostada por el trabajo duro bajo el sol, las cicatrices de una vida de sacrificios y esfuerzos sin mayores frutos. Me pregunte, ¿realmente el FSLN pagó doscientos córdobas a todas estas personas? No me pareció posible ni creíble dicha versión. El ánimo, el entusiasmo, la serenidad con que caminaban tampoco indicaban eso. De tal manera que es una seria equivocación considerar que quienes asisten a los actos de apoyo al gobierno del presidente Ortega lo hacen por recibir alguna remuneración, como afirman los grupos opositores. Otro error igualmente serio es tratar con desprecio a este sector popular que expresa apoyo al sandinismo, tal como se manifiesta en las redes sociales antigubernamentales. “Si eran los toma-tierra los que andaban, la escoria en vivo y a todo color”, pude leer en un tweet. Es el mismo desprecio con que los intelectuales liberales y conservadores calificaban a los sectores populares en el siglo XIX.
“Este 19 el FSLN volvió a mostrar su músculo popular”, comentó complacida una entrañable amiga. El FSLN también cometería otro error serio si se atiene a la fuerza de ese músculo, porque un lleno similar, o quizás mayor, se vio en esa misma plaza en febrero de 1990, durante el cierre de la campaña electoral. Ya todos conocemos la historia, días después el FSLN fue derrotado en las urnas. Una maestra que conocí años atrás y con quien me topé de casualidad, tras un alegre saludo, señalando a la multitud expresó: “Después de los hechos del año pasado el Frente se ha fortalecido”. Y, con cierto tono de preocupación, agregó de inmediato: “Pero aún debemos seguir trabajando, y mucho”. Fue una de las frases más razonables y realista que escuché.
La crisis abierta hace más de un año aún no está resuelta. Si bien el FSLN logró rearticularse y aglutinar nuevamente a muchos antiguos militantes que se mostraban indiferentes o apáticos frente el gobierno, su liderazgo es blanco de graves cuestionamientos y a niveles sin precedentes, incluso entre sectores populares como los que asistieron a la plaza.
El punto central del discurso del presidente Ortega fue que no habría adelanto de elecciones, tal como demanda la oposición. También dijo que el sandinismo ha comenzado a prepararse para la contienda del 2021, y aseguró que se modificará la ley electoral para eliminar temores y sospechas de fraude. La duda que quedó flotando en el aire es que si el presidente será una vez más el candidato del FSLN. Los militantes están conscientes que el comandante no es ni será eterno. A una pregunta de mi parte, la amiga y dirigente magisterial respondió: “Si él va de candidato, le daré mi voto porque lo respeto y porque él se lo merece, pero yo creo que ya es hora de que presentemos un nuevo rostro”.