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La revolución mexicana de las mujeres

Por: Karen Cicilia Calderón.


En el grueso de población la concepción más común al hablar de mujeres en la revolución mexicana se limita a una imagen socialmente fabricada de la típica “Adelita”, con trenzas, falda larga con fajilla, carretes y siempre detrás de los soldados, así mismo, la palabra soldadera no es muy conocida.

¿Cómo llega el mexicano a la construcción de esta idea, de esta imagen? Mi primer instinto es culpar a todas las instituciones educativas de nivel básico (al menos en el sector público), que al abordar el tema de la revolución mexicana en las aulas se limitan a montar una pequeña obra de teatro para ejemplificar la tarea, se escoge a los masculinos que darán vida a aquellos héroes (Emiliano Zapata, Francisco Villa, Victoriano Huerta, etc.), el importantísimo villano (Porfirio Díaz) y se entregan a todas las femeninas las características del vestuario elegido para las Adelitas (característica antes mencionadas). Y así, desde la etapa de formación, creemos que el papel de las mujeres era el del tercer plano, el de estar atrás, cuidando a los niños, haciendo tortillas, guisando la comida y lavando los platos. Pero ¿cuál fue el verdadero papel de las mujeres en la revolución? o una pregunta igual de válida sería ¿qué hay detrás del papel históricamente adjudicado de las famosas Adelitas?

Es necesario re pensar, re significar y dignificar el papel de la mujer a través de la Historia. Abrir espacios de discusión y acceder a diferentes fuentes que nos permitan ver la importancia del papel que tuvieron las mujeres, más allá de aquellos sonados (contados) personajes históricos femeninos que gozan de gran popularidad por hacerse de un lugar en espacios generalmente catalogados como masculinos por su naturaleza violenta en conflictos bélicos armados, nuestro objeto específico de estudio es la revolución mexicana, sin embargo no podemos olvidar que esta idea de ‘la mujer al margen del conflicto’ o limitar el papel de la mujer a espacios históricamente catalogados como ‘femeninos’ (tareas del hogar, de cuidado, de enseñanza, o de ‘poco esfuerzo físico’) es una constante en cualquier época, un ejemplo de esto es la cita que menciona nuestra autora en el texto extraído del Diario el Clarín[1], sin cambiar una sola palabra es un discurso que seguimos escuchando en la actualidad más de 100 años después.

Si bien el papel de la Adelita no es una concepción completamente errónea la participación de la mujer en la revolución no se veía limitada a tareas de acompañamiento y cuidado, desde el casi olvidado papel como espías que con mucha frecuencia fungían las soldaderas hasta labores políticos y periodísticos de alto impacto social, como el de Hermila Galindo[2], la presencia de la mujer permeaba en todos los ámbitos del proceso del hecho histórico.

La mayor anotación que se debe de tomar en cuenta respecto a las tareas que las Adelitas más comúnmente desempeñaban es que no eran menores, ni en cuestión de esfuerzo físico, ni en importancia. Las Adelitas surgen para cubrir necesidades básicas que los hombres eran incapaces de solventar, para dejarlo claro, las mujeres no fueron designadas como soldaderas o Adelitas por no tener valor en algún otro ámbito, surgieron porque eran necesarias para que la lucha fuera posible.

Las mujeres dentro de la historia no son nombres aislados de heroínas transgresoras y el re pensar la historia nos permitirá dimensionar el papel de todas las mujeres y de ‘lo femenino’ a través del hecho histórico, pues la limitada concepción del papel de la mujer en la revolución no es solo culpa de las obras de teatro en la primaria, es una tema de consulta de fuentes y del método históricamente empleado para el análisis. Es menester, comprender y aterrizar la idea que sin aquellos trabajos constantemente catalogados como ‘menores’ con toda la carga de menosprecio y cierta connotación denigrante no habría una revolución, una independencia, ni una conquista, pues sin menospreciar a Marx, el motor de la historia, siempre han sido las mujeres.

[1] Las señoras y señoritas de la capital muy activas, asaz varoniles que pronuncian discursos, componen piezas musicales y abrazan y besan en público (…) esos arranques viriles del sexo débil, francamente no nos gustan; sepárenla de la tarea de pegar botones, de confeccionar un guiso, o de enseñarles una oración a los chicos (…) y lo habrán echado (sic) todo a perder por más que en lo contrario opine la renombrada escritora Dña Concepción Gimeno de Flaquer. La mujer a sus labores: eso de decir discursos y encabezar motines, se queda para nosotros que llevamos pantalones. No hay que confundir los sexos. “Las mujeres que no cosen” en El correo de las señoras, México, 1883. p.608. En ROCHA, M.E. “Nuestras propias voces: Las Mujeres en la Revolución mexicana” Pp.112 [2] Secretaria particular de Venustiano Carranza y directora del seminario ilustrado La Mujer Moderna, quien sostenía que la participación activa de las mujeres debía darse tanto en los asuntos políticos que atañen al país como en los propiamente femeninos. Fue una de las más destacadas exponentes del feminismo en México entre 1915 y 1919, periodo en que la vemos trabajar incansablemente en la prensa, la tribuna y en la organización de clubes políticos femeniles. IDEM Pp. 116

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