top of page
Foto del escritorEquipo Horizontes

Las dos cárceles

Por: Ana Hurtado.


El día que detuvieron a mi hermano, yo estaba en el convivio de fin de año de mi trabajo. Me enteré a las 7pm que Iván estaba en los separos. En la madrugada del domingo, conseguimos un abogado que nos dijo que lo acusan de robo de mercancía a una camioneta repartidora de Barcel.



La tarde del 21 de diciembre, Iván fue detenido por elementos de la Policía Federal, se encontraba al interior de su domicilio cenando cuando escuchó un sonido en el patio, y junto con su tío, salió a ver qué sucedía. Una vez afuera fueron interceptados por un comando, quienes allanaron el domicilio sin ninguna orden judicial. Ambos fueron sometidos con golpes, se les acusaba de robo agravado. El presunto culpable había saltado al patio y se había escondido debajo de una camioneta. En todo momento los policías actuaron sin ningún apego a la ley, antes del arresto, cuando vieron que Iván y su tío habían salido para ver qué sucedía, dos de ellos les preguntaron si podían ingresar al interior de la casa, ante la respuesta negativa, sometieron a Iván y comenzaron a golpearlo.

Los perros que- años antes- había rescatado de la calle intentaron defenderlo de los policías, pero también fue inútil, ni vecinos ni familiares pudieron evitar la brutalidad policial y la azarosa suerte a la que le estaban condenando. Los encapuchados saben muy bien cómo ejecutar detenciones ilegales sin dejar rastros, y la noche del 21 de diciembre no fue la excepción. Cortaron cartuchos y amenazaron a quemarropa sin titubeos, de esta manera aseguraron que nadie pudiera tener más registro que la nitidez de la palabra y la memoria. Sin más pruebas que el testimonio.

La lucha por la defensa y la pronta liberación de Iván se inicio la madrugada del 22 de diciembre cuando su familia pudo contactar a un abogado e iniciar el proceso de investigación y defensa, pero conscientes de la podredumbre que impera en el sistema de justicia mexicano, se han emprendido otras iniciativas para visibilizar el caso y denunciar las múltiples inconsistencias.

A partir de entonces se han emprendido distintas acciones para garantizar la defensa jurídica de Iván; los gastos se solventan a través de rifas solidarias, donaciones y una página de Facebook donde se actualiza constantemente el avance del caso. Estas letras no sólo buscan sumarse a la denuncia del fallido sistema de justicia, también es una atenta invitación a que usted, amigo lector, contribuya a esta causa adquiriendo un número para esta gran rifa. El costo por boleto es de $50 y puede realizarse a través de transferencia o depósito bancario con estos datos: 5204 1654 2349 4099 Cuenta Banamex, a nombre de Alina Álvarez. Los premios van desde libros, bebidas artesanales, bolsas, tenis y accesorios, entre otros. Esta rifa ha sido posible gracias a la donación colectiva. Para consultar los números disponibles y la lista de premios visite la página de Facebook Libertad para Iván.

Una detención ilegal es un proceso sumamente doloroso para las familias que lo viven en carne propia, se coarta la libertado no de un individuo sino también de un colectivo. El distanciamiento impuesto refuerza el sentimiento de impotencia ante una estructura que parece invencible e incuestionable, pero evidentemente corrupta. Después de su detención y de una audiencia, donde, pese a que las declaraciones de los policías presentaban incongruencias y contradicciones, se le declaró culpable. Posteriormente fue canalizado al penal de Chiconautla.

Como una medida cautelar ante la propagación de COVID-19, el 13 de abril de 2020 se suspendieron indefinidamente las visitas de familiares. El 11 de abril, fue la última vez que Mariposa Mirabal vio a su hermano.


Nos abrazamos mucho y vi su mirada triste, llena de impotencia por estar en un lugar donde jamás debió haber estado. Fui de las últimas en salir del área de visitas porque no quería irme. Aproveché cada segundo con él. Cuando llegamos a la salida, yo giro a la izquierda y él a la derecha, en ese momento él me dio un beso en la nuca y me dijo que me quería mucho. Se fue rápido y alcancé a gritarle que yo también. Lo seguí con la mirada y cuando lo dejé de ver rompí en llanto, sin saber qué era la última vez que podía abrazarlo.


Desde entonces, su familia no ha podido establecer más contacto con él, de no ser por las limitadas llamadas telefónicas. Recientemente se ha interpuesto una demanda ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM) por la negligencia médica que le ha negado atención oportuna ante un posible cuadro de hepatitis. Su familia supo que el 18 de junio, Iván acudió a la enfermería del penal presentando síntomas de hepatitis. No se le brindaron las pruebas adecuadas ni mucho menos se le asignó un tratamiento, pese a contar con una prescripción elaborada por el médico familiar que conocía la historia clínica de Iván. No hubo réplica de la CODHEM, tampoco un seguimiento por parte del área médica del penal. Desde afuera, la angustia por la salud de Iván se intensifica al no tener una constancia fehaciente sobre su estado.

Si la detención ilegal impone una distancia, un alejamiento físico que se matiza infortunadamente por la incertidumbre y la nitidez sobre la violencia que impera al interior de los penales, ésta se exacerba en una circunstancia tan adversa y poco previsible como lo ha sido la pandemia del COVID-19. Aunque limitado, el contacto que se establece mediante las visitas familiares permite reforzar procesos de acompañamiento entre ambas partes. No saberse solos en un proceso tan difícil como lo es la inculpación de un delito que es penado con gasta quince años de cárcel.

Otra de las realidades menos nombradas de esta pandemia es el de la penitenciaria. No se habla de las condiciones de hacinamiento carcelario, de los deficientes sistemas de salud, falta decir que la restricción de visitas familiares refuerzas las dinámicas de corrupción y las relaciones de poder dentro de las cárceles. Esto también nos obliga pensar en cómo las posibilidades de denunciar violencias físicas a su debido tiempo están totalmente invalidadas, situación que intensifica la violación sistemática de los derechos humanos en contextos de reclusión penitenciaria.


Esto parece una pesadilla. A veces no soporto la presión, pienso en cómo estará mi hermano, si habrá comido, si se siente mejor. Nuestra plática tiene como punto de partida mi hermano. Si necesita comida, dinero o medicamentos, cómo ahora.


Las injusticias tienen un increíble potencial reparativo y articulador, y la hermana de Iván lo sabe bien. Quizás nunca imaginó vivir algo como esto, pero al ser un episodio irreversible, él y su hermano han encontrado en la distancia un espacio para reforzar su cariño. Esta pesadilla ha traído consigo un remolino de recuerdos que frecuentemente se agolpan en la memoria de Ana, dándole paso a una melancolía y a las lágrimas que se desbordan suplicando que esto termine pronto, deseando poder compartir la mesa con las bromas, las risas y los enojos. Todo lo que antes era cotidiano se ha transformado en una evocación constante de su hermano, un soplo de libertad que desde afuera le regala a Iván cada vez que lo nombra en sus conversaciones, o cuando lo recuerda sin esa mirada triste de la última vez que pudo abrazarlo. Antes no hubiera imaginado un beso y un te quiero tan fraterno, tan transparente y palpable, porque antes a Iván- como a cualquier otro hermano- esas muestras de cariño le parecían fastidiosas.

Día a día convivimos con tendencias mediáticas que deshumanizan cuerpos y vivencias, nos relacionamos con estadísticas escalofriantes, con imágenes de las que preferimos guardar una distancia para evitar abrumarnos, pero detrás de toda noticia, de toda injustica, de todo caso no resuelto hay una historia, hay una o más personas con voz…y vida, una vida que muchas veces se fisura explosivamente. Cuando Mariposa Mirabal dice que la detención ilegal de su hermano le ha servido para conocerlo mejor, no es una romantización de duelo, conocer a nuestra propia familia implica comprender las formas en que nos hemos acercado o distanciado, cómo aprendimos a relacionarnos, detenernos a reflexionar nuestro amor y cómo labramos nuestros lazos de pertenencia.

Antes del 21 de diciembre, Iván compartía su vida con sus tías y su abuelita. Su afición por los dinosaurios, y más por los coches lo hizo iniciar una colección de hot wheels, comprarse su primera moto, y emprender con su propio taller mecánico, que ahora forma parte del escenario donde fue detenido, el patio de su casa. Una herida abierta, un lugar que siempre lo extraña y que al igual que su familia le necesita. De más pequeño, tenía un gusto peculiar por mirar cómo se estacionaban los trailers, y esa afición lo hacía emprender fugas de casa, las más inocentes.


De cariño me dice “Ana Banana”, “La Banana” me da risa porque es el único que me llama así. Cuando habla por teléfono me dice que está bien en la cárcel, que no me preocupe. Bromeamos. Le digo que disfrute de sus vacaciones porque ya casi terminan, aunque lleve más de seis meses en ese horrible lugar. Trato de darle ánimos durante los pocos minutos que puede hablar. Nuestra relación de hermanos se ha vuelto más profunda a partir de su detención ilegal.


Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) entre el 2001 y 20017 se registraron un aproximado de 13 mil denuncias por detenciones arbitrarias. En el 2019, en un caso similar al de Iván, miembros de la Policía Federal (PF) allanaron un domicilio y detuvieron ilegalmente a seis miembros de una familia, torturando a uno de ellos. Ante ese caso, la CNDH emitió la Recomendación 46/2019 para exponer el carácter inconstitucional de los actos ejecutados por la PF.

Las detenciones ilegales con fabricación de delitos graves e imputación de pruebas falsas son un problema que aqueja, principalmente, a los barrios y comunidades periféricas del país. El municipio de Ecatepec, Estado de México, lugar donde fue detenido Iván Ernesto González Álvarez presenta una de las tasas de violencia más altas a nivel nacional. Robos, asaltos a mano armada, desapariciones forzadas, feminicidios y detenciones arbitrarias son tan solo uno de los muchos problemas de la realidad mexiquense. Aunado a ello, la corrupción del Estado se debe en gran parte, a la gobernanza priísta que lo rige, siendo esta una de las más sanguinarias, clasistas y desiguales en la historia política mexicana.

Por ello es importante reforzar redes de apoyo solidario, denunciar y visibilizar casos como los de Iván, combatir la corrupción y la desigualdad desde el cuidado colectivo es una de las defensas más fuerte contra un sistema que deslegitima las vivencias de quienes tienen que aprender a convivir con la violencia estructural que los atraviesa día a día.

La privación de la libertad sucede en dos niveles, en quien vive directamente el proceso de encarcelamiento, y en lo vínculo más cercanos, que desde afuera emprenden nuevas dinámicas marcadas por la incertidumbre y la impotencia. No hay libertado cuando no se tiene certeza del bienestar integral del otro que constituye una parte importante en el entramado de los lazos afectivos familiares o de otra índole. La cárcel se vive en los separos y en las restringidas visitas familiares. Se vive en el cuerpo que experimenta el encierro, y el otro, que, desde fuera, comienza a diezmarse por tanta melancolía.

Lleva más de medio año preso. Y nosotras, como su familia, también estamos en una cárcel, de una manera diferente.



Ana Hurtado, CELA generación 2014. Líneas de investigación: afrodescendencia, racismo y estudios socioculturales del Caribe insular.

155 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page