Las ñatitas bolivianas: Cuando la vida pide un favor a la muerte.
Por: Verónica González. (Generación 2019).
Palabras clave: Bolivia, Ñatitas, Muerte, Resistencia, Tradición.
Resumen: En el presente apartado, me propongo presentar, echando mano de la Historia y la Antropología, un breve bosquejo sobre una milenaria tradición vigente en Bolivia: El Día de las Ñatitas. Los objetos de esta celebración, las mencionadas ñatitas, son cráneos ataviados de formas diversas, a los que se les atribuyen cualidades diversas asociadas con la intervención en la vida cotidiana y se les rinde culto el 8 de Noviembre en varias áreas del país.
Ñatitas parte del ensayo fotográfico de Lucía Ostermann. [1]
8 de noviembre, Cementerio General de La Paz. El aroma a plato paceño y jakonta se confunde en el aire con el mate de coca y los choleados. Las velas encendidas y las flores multicolores agradan incluso a los ojos más exigentes. Este festín de deleite a los sentidos no deja indiferente a nadie… Especialmente a los asistentes despistados, que, carentes de contexto, mantienen sus miradas confundidas fijas en los múltiples cráneos ataviados que protagonizan la reunión.
¿Cómo podrían estos cráneos pasar desapercibidos?, se hallan adornados con tocados, chullos y gorras del Club Bolívar; a algunos, incluso, se les han cubierto los orificios oculares y nasales, siempre con el propósito de atenuar, ya sea el paso del polvo, o el crudo aspecto de la muerte.
Si vamos más allá de la simple contemplación atónita, descubriremos que escenarios como éste no son nuevos, sino que estamos ante una tradición con, al menos, cientos de años de antigüedad, que es muestra de una de las diversas maneras de entender la vida después de la muerte. Ésos no son cráneos cualesquiera, son las famosas ñatitas, -llamadas así por el aspecto de su nariz-, a las que se les rinde culto principalmente en La Paz y El Alto, cada ocho de noviembre.
Según nuestra sociedad occidentalizada, esta práctica sería una suerte de profanación macabra. Sin embargo, las comunidades aymaras cuentan con sistemas de creencias que consideran la influencia de los muertos en el plano terrenal, por lo que participan gustosamente de ceremonias de interacción con el otro lado, como el Día de las Ñatitas.
Por ello, en esta oportunidad, expondré algunas aproximaciones generales acerca de esta práctica, en un intento por mostrar cómo ésta, y el sistema de creencias que conlleva, impactan significativamente en la vida de las comunidades que participan de ella.
1) Las ñatitas en la historia: Posibles interpretaciones.
Como ya adelantaba, el culto a las ñatitas no es nuevo: Evidencias de la antigüedad de esta tradición son sus referencias en crónicas y fuentes judiciales de la Época Colonial; periodo en el que la ceremonia fue movida del 24 de octubre al 8 de noviembre, en un intento por sincretizarla con las celebraciones concernientes al Día de Todos los Santos.
Si nos remontamos a épocas más lejanas, cabe considerar como antecedente de esta práctica a la creencia, del contexto bélico preincaico, de que las cabezas transmiten sabiduría y fuerza, lo que se sintetiza en el dicho de que, una vez que tienes la cabeza de tu enemigo, tienes su poder. Tampoco puede perderse de vista que existen varias tradiciones funerarias similares en el Altiplano, lo que evidencia el alcance de este “culto a la cabeza” en el área andina. [2]
¿Qué hay detrás de esta práctica ancestral?, ¿Qué nos dice de la cosmovisión de estos pueblos? ¿Cómo ha sobrevivido hasta nuestros días?
Para los pueblos aymaras, el concepto de vida supera lo esencialmente biológico. Es decir, considera la existencia de una suerte de trascendencia. Entonces, la muerte es un momento natural de transformación y resulta un elemento esencial en la memoria colectiva y el sentido de historicidad de las poblaciones, ya que, como en el caso de las Ñatitas, son comunes los rituales en los que los ancestros son eternizados, a veces por medio de la petrificación, y participan en la socialización de la comunidad. [3] En cierto modo, es como si la muerte no significara desaparecer de la vida social del todo, sino permanecer en otro estado de existencia. Este planteamiento podría sintetizarse en la palabra aymara asociada a la muerte: Jiwaña, que se refiere al final de la existencia de un sistema y el inicio de un viaje. [4]
En ese sentido, puede interpretarse que estas comunidades lloran la muerte de un ser querido porque éste va a ausentarse y emprender un largo viaje, para luego llevar una existencia activa, a base de relaciones de reciprocidad respecto a la sociedad de los vivos, con los que, en cierto modo, coexiste.
El principio de reciprocidad resulta vital para la comprensión de estas comunidades y su concepto de muerte, ya que no aplica sólo para los vivos, sino también para ancestros difuntos. El culto a una Ñatita es el caso más claro de una reciprocidad estricta: Se le hace una ofrenda, se le viste y se le da un nombre, a cambio de su protección, suerte y consejo.
A diferencia de diversos festejos en honor a los fallecidos, que parten de la idea de que éstos regresan al otro mundo y entran en contacto con éste hasta el siguiente año, las ñatitas vuelven a sus casas-capillas, para seguir socializando con los vivos. Ya que asumen distintos roles, según las necesidades sociales de su colectivo. Entonces, el 8 de noviembre no se festeja su visita desde el más allá junto con la de otras almas, sino que se recuerda su permanencia e intervención en el mundo de los vivos.
2) ¿Cómo actúan las ñatitas en el mundo de los vivos?
Las ñatitas, tan complejas como los humanos aún vivos, no son propiamente buenas o malas, sino que sus acciones y efectos dependen de las peticiones que se les hagan, así como los fines para los que sean empleadas. Considerando lo anterior, es justo decir que las versátiles ñatitas manifiestan su poder incluso en los escenarios más impensables, mismos que se detallan a continuación.[5]
¿Justicieras?... ¿Manipuladoras?: La Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen de El Alto tiene en su posesión dos ñatitas, frente a las cuales suele interrogar a los sospechosos para conseguir sus confesiones.
Adivinas y consejeras: Se dice que los cráneos se comunican por medio de sueños con algunos afortunados iluminados. De esa forma, brindan consejos e incluso pistas para resolver crímenes.
Fuentes de ingresos: El culto a las ñatitas no se restringe al 8 de noviembre, existe también “La casita de los pobres”, en La Paz, una casa-templo dedicada al culto a 73 ñatitas, veneradas por las personas de la zona, que acuden a ellas en busca de su intervención ante las dificultades de la vida.
Cómplices: Lógicamente, las ñatitas también son veneradas por criminales de toda clase, que les ofrecen comida y rezos periódicos, a cambio de que ellas intercedan en el plano terrenal y les ayuden a no ser atrapados.
Símbolos de estatus: Las ceremonias son, para las ñatitas, una oportunidad para lucir sus tocados y recibir las ofrendas de reciprocidad. Mientras que, para los vivos, las ceremonias son una oportunidad de competencia intracomunitaria por ver quién hace la mejor urna, quién decora a la ñatita de forma más llamativa, o quién invirtió más dinero en su ofrenda.
Diplomáticas: Como mencioné antes, las peticiones hechas a las ñatitas son diversas. Una de las más llamativas fue durante la jornada de 2019, que estuvo marcada por las peticiones de paz, diálogo y hermandad, ante las tensiones políticas surgidas en Bolivia.
3) ¿Símbolos de resistencia cultural?
Para concluir con estos breves apuntes, -y ya que tocamos el terreno de lo político-, cabe mencionar que la Iglesia ha acusado a esta tradición de ser una idolatría nociva, pero el culto a las ñatitas sólo se ha potenciado ante los intentos de acabar con él.
Estas tensiones, más que religiosas, evidencian un profundo conflicto político-étnico, ya que las comunidades aymaras, desde la primera década del 2000, realizan estos ritos con ostento y orgullo, a diferencia de lo ocurrido durante los siglos de colonia y hasta hace unas pocas décadas, cuando se veían obligadas a disimularlos o, directamente, a realizarlos en la clandestinidad. Teniendo eso en cuenta, cabría preguntarse hasta qué punto las coyunturas políticas orientadas a la inter/multi/pluriculturalidad en Bolivia propiciaron este empoderamiento ritual de las sociedades originarias.
Por ahora, lo único relativamente claro es que la revalorización institucional de las tradiciones originarias en Bolivia dificulta que exista un acoso mayor a íconos ceremoniales tales como las ñatitas, ya que el amplio respaldo popular del que gozan en ciertos espacios, se halla fortalecido, en cierta medida, por el Estado. En ese orden de ideas, podría decirse que esta tradición es ejemplo de una resistencia cultural sincrética y poderosa, que es capaz de impactar en el orden social.
Todo lo anteriormente expuesto recuerda cómo las tradiciones populares, gracias a la creatividad y la adaptación, logran reapropiarse del espacio simbólico, enfrentando a la hegemonía establecida a través de mecanismos aparentemente minúsculos. Esta es, apenas una breve reflexión sobre una forma de entender la muerte, que indirectamente, es un bosquejo de una forma de entender la vida.
Muchas preguntas quedan en el aire, pero, al menos por ahora, conformémonos con observar e interrogar a las ñatitas, que posan en sus ataviadas vitrinas, mientras nos devuelven la mirada, a través de sus gafas de sol y luciendo sus sonrisas de oro, complacidas al ver cómo sus devotos se apropian de escenarios que lucían impensables.
Notas a pie de página:
[1] Lucía Ostermann, “Día de ñatitas, día de cementerio”, en Cronistas Latinoamericanos [en línea], <https://cronistaslatinoamericanos.com/dia-de-natitas-dia-de-cementerio/> , fecha de publicación, 15 de noviembre de 2018, fecha de consulta: 9 de noviembre de 2021.
[2] Gerardo Fernández Juárez, “La revuelta de las “ñatitas”: “Empoderamiento ritual” y ciclo de difuntos en la ciudad de La Paz (Bolivia)”, en Revista de dialectología y tradiciones populares, Vol. 1, 2010, pp. 190-192.
[3] Rodolfo Sánchez Garrafa, “Después de la muerte en el mundo andino. Una aproximación antropológica”, en Cultura y religión, Vol. 9, 2015, pp. 69-72.
[4] Mario Siddharta Portugal Ramírez, “La fiesta de las ñatitas: Reflexiones sobre la imagen del cuerpo-muerto como resistencia cultural”, en Repique, Vol. 1, 2016, pp. 113-117.
[5] Fernández Juárez, loc. cit.
Hemerografía:
-Fernández Juárez, Gerardo, “La revuelta de las “ñatitas”: “Empoderamiento ritual” y ciclo de difuntos en la ciudad de La Paz (Bolivia)”, en Revista de dialectología y tradiciones populares, Vol. 1, 2010, pp. 185-214.
-Portugal Ramírez, Mario Siddharta, “La fiesta de las ñatitas: Reflexiones sobre la imagen del cuerpo-muerto como resistencia cultural”, en Repique, Vol. 1, 2016, pp. 108-119.
-Sánchez Garrafa, Rodolfo, “Después de la muerte en el mundo andino. Una aproximación antropológica”, en Cultura y religión, Vol. 9, 2015, pp. 64-81.
Sitios de internet:
-Ostermann, Lucía, “Día de ñatitas, día de cementerio”, en Cronistas Latinoamericanos [en línea], <https://cronistaslatinoamericanos.com/dia-de-natitas-dia-de-cementerio/> , fecha de publicación, 15 de noviembre de 2018, fecha de consulta: 9 de noviembre de 2021.
Verónica González: "Latinoamericanista. Ha participado en varios coloquios estudiantiles de la Facultad de Filosofía y Letras y ha publicado en diversas revistas digitales independientes. Practica danza folclórica y ha trabajado como profesora asistente en educación básica. Sus intereses académicos oscilan entre la sociología, la antropología y la historia."
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